La
literatura no es únicamente un recurso de última instancia en el estudio de la
historia social y de hecho ha sido de gran utilidad para iluminar períodos de
la historia universal ampliamente documentados en otras fuentes [...] los datos
suministrados por las obras literarias pueden ayudar a elaborar una
interpretación sociológica de la historia, meramente de acontecimientos.
Jorge
Silva Castillo.
Desde muy joven sentí afinidad
por las culturas antiguas, del mismo modo en que mi materia favorita en la
escuela siempre fue la Historia.
Los viajes me han permitido
conocer tanto lugares como vestigios de las primeras civilizaciones.
Al no haber visitado todavía
Iraq, respecto de Mesopotamia —concepto griego que significa “entre ríos”—, recuerdo
particularmente un par de lugares.
(Como he escrito en algún otro
lado, quien pretenda acceder a los restos de las grandes culturas antiguas habrá
de ir no a los países donde se establecieron aquellas, sino a los museos de las
denominadas “potencias”.)
El primero, el Museo de Pérgamo
en Berlín, donde contemplé atónito la Puerta de Ishtar durante varios minutos;
además de las tablillas con inscripciones cuneiformes que se exhiben sin
protección. El segundo fue el Museo Pushkin de Moscú, cuya sala dedicada a esta
parte del mundo me hizo sentir insignificante, no sólo por las figuras
colosales que destacan ahí.
Con estos antecedentes, doy
comienzo a la publicación de un ciclo de algunos de los poemas épicos más
importantes de la Humanidad —sólo espero disponer de la suficiente
concentración para no desviarme de este objetivo, dada mi condición inquieta y
dispersa.
La (re)lectura reciente del Poema de Gilgamesh, en la eximia edición del erudito mexicano Jorge Silva Castillo, me
inspiró esta entrada.
Más adelante se leerá la información de los estudiosos; sin embargo, me gustaría expresar la profunda impresión que causó
en mí, un lector mexicano del siglo XXI, esta obra concebida hace aproximadamente
¡50 siglos!
Cada cual es “ser humano de su
tiempo” —y todo lo que conlleva serlo. Al acercarme a un documento de esta
índole, lo hice irremediablemente con los prejuicios y la pedantería
característicos de mi época.
A partir de la lectura
identifiqué —¿o acaso sería más preciso decir, “reinterpreté”, “distorsioné”?...—
algunos temas que esbozaron en mí una sonrisa, tales como el sexo, en tanto
elemento de civilización cuando la hieródula Shámhat fornica con el salvaje Enkidú;
o bien cuando éste mismo manifiesta a Gilgamesh que “tiene los ojos llenos de
lágrimas y la tristeza en el corazón, por lo que su fuerza disminuye cuando sus
músculos se paralizan y sus brazos desfallecen”: ¿Acaso no se vislumbra la “depresión”
del amigo del héroe?
¡Vaya capacidad de esta cultura
que legó a la posteridad, a partir del lenguaje, la burla cuando Gilgamesh
contraviene las advertencias de los consejeros!: “Puesto que tengo miedo, iré.”
Sin mencionar el anhelo de trascendencia, el miedo a la muerte, la
manifestación de la amistad, la aparición del reproche, la sumisión a la
voluntad divina; o la representación de la diosa Ishtar como una mujer
manipuladora, entre muchas otras temáticas.
Lo anterior me hizo reflexionar
si la sociedad actual, con toda su parafernalia moderna y sus conceptos
progresistas, realmente es más avanzada que aquella que pudo reparar y analizar
su circunstancia y la de sus miembros —evidentemente al amparo teológico.
Después de todo, a cinco
milenios de distancia, los seres humanos aún morimos como aquellos semidioses...
Dos páginas destacadas sobre
Mesopotamia (Sumeria, Asiria y Babilonia): Museo Británico de Londres (en inglés) y The Virtual Museum Of Iraq (en italiano).
Himnos babilónicos. Estudio preliminar, traducción y notas de Federico Lara Peinado. (Editorial Tecnos, Madrid, 1990). |
Federico
Lara Peinado, doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor
de la Universidad Complutense de Madrid, y destacado investigador del antiguo
Oriente Próximo en el Estudio Preliminar que precede a su edición de los Himnos Babilónicos (Editorial Tecnos,
Madrid, 1990), escribe:
En cuanto a la mitología babilónica y
asiria, debemos decir que fue muy rica y variada, pudiéndose aislar diferentes
ciclos míticos, que arrancaban de los ciclos sumerios anteriores, pero que
fueron modificados, completados y enriquecidos en número. Puede así hablarse de
un ciclo de mitos en torno al Diluvio (Tablilla XI del Poema de Gilgamesh).
[...]
La etapa histórica babilónica, que se
desarrolló a lo largo de los dos primeros milenios antes de Cristo, constituyó
(en su primera fase) la edad de oro de la literatura del Próximo Oriente
antiguo, una literatura profundamente marcada con la impronta de lo religioso.
A dicho período histórico pertenecen,
además de las grandes obras de carácter jurídico, histórico y técnico, las
magnas y numerosas composiciones míticas, las obras de la sabiduría, los poemas
didácticos, los grandes himnos tradicionales, así como infinidad de textos
religiosos del más variado carácter.
[...]
Donde los escribas pusieron especial
atención fue en la redacción del Poema de
Gilgamesh, al fijar ahora una de sus principales versiones, a partir de
materiales sumerios anteriores, empezados a recopilar en la etapa antigua
babilónica.
Este poema el más famoso de la Mesopotamia
de todos los tiempos, fruto último del genio semita, lo conocemos por su
versión más completa, la hallada en la biblioteca del rey asirio Assurbanipal
(669-629 a. de C.), en doce tablillas o cantos de casi trescientos versos cada
uno. Se trata de una larga epopeya donde se narran las aventuras, hechos, y
circunstancias del quinto rey de la primera dinastía de Uruk, Gilgamesh, que
hubo de vivir a finales del siglo XXVII precristiano. Sus aventuras están
inmersas dentro de una riqueza temática de contenido universal: amor, amistad,
pecado, mal, concepción de la muerte, inmortalidad, resignación, tratados todos
estos aspectos con gran altura ética.
Remito
a quien interesado en profundizar en el tema; del propio Lara Peinado: Poema de Gilgamesh: Un viaje fallido a la inmortalidad.
Jorge
R. Silva Castillo fungió como profesor, investigador y director del Centro de
Estudios de Asia y África del Colegio de México —para los lectores ibéricos que
leen, esta institución de educación superior se fundó en 1940, teniendo como antecedente
inmediato “La Casa de España”, y se enriqueció con el exilio causado por la
Guerra Civil Española.
Fue
alumno del erudito Réné Labat en la École
Pratique des Hautes Études. También convivió con el historiador francés, Jean
Bottéro, uno de los primeros traductores del Código de Hammurabi.
Pionero
en la asiriología en México, Silva Castillo destaca por su Gilgamesh o la angustia por la muerte: poema babilonio, traducción
directa del acadio cuya primera edición data de 1994.
Para
desentrañar en justa dimensión la figura de Gilgamesh —que de acuerdo con el
experto se debe pronunciar “Guilgamesh”—, pongo a su disposición este enlace: Gilgamesh en las tradiciones sumerias y en la tradición acadia.
Ahora
bien, sobre el poema, el cual “antes de llegar a su forma escrita, fue
transmitido de generación en generación por la tradición oral” (nota 8 de la página
201), transcribo algunos fragmentos de la Introducción,
así como de la epopeya misma:
El texto más completo, aunque mutilado, del
poema acadio de Gilgamesh, fue encontrado en las ruinas de Nínive, entre las
tablillas de una colección de obras literarias conocida como Biblioteca de
Asurbanipal de Asiria, que reinó del año 668 al 627, a. C. Alrededor de ciento
cincuenta fragmentos más o menos importantes, descubiertos ahí y en otros
sitios de Iraq [...] hacen ver que existía una versión que se copiaba fielmente,
sin modificaciones mayores, aunque con variantes de detalle, por lo que se
puede llamar versión estándar. [...]
Los estratos en que se han encontrado algunos de estos fragmentos, así como su
análisis textual y otros criterios, hacen pensar que la versión estándar se
compuso durante el último tercio del segundo milenio a. C. A partir del siglo
IX, esta obra, atribuida a un sacerdote exorcista babilonio llamado
Sin-leqi-unninni, se reprodujo con un alto grado de fidelidad hasta los albores
de nuestra era [...] La composición de Sin-leqi-unninni se basa en otra versión
más antigua hecha en Babilonia hacia el primer tercio del segundo milenio, por
lo que se puede llamar paleobabilónica.
Más
adelante puntualiza:
La versión paleobabilónica, a juzgar por un
pasaje que no recogieron las versiones posteriores, ofrecía una suerte de
escape al fatalismo pesimista de la intrascendencia; Siduri, una tabernera que
a la orilla del océano cósmico trata de disuadir a Gilgamesh de emprender la
travesía de ese mar de aguas mortales, da al héroe consejos que no nos
sorprenderían en boca de un filósofo romano que viviera según las normas del carpe diem [Lat. Toma el día: aprovecha
el momento]:
Gilgamesh, ¿hacia dónde corres?
La vida que persigues, no la encontrarás.
Cuando los dioses crearon a la humanidad,
le impusieron la muerte;
la vida, la retuvieron en sus manos.
¡Tú, Gilgamesh, llena tu vientre;
día y noche vive alegre;
haz de cada día un día de fiesta;
diviértete y baila noche y día!
Que tus vestidos estén inmaculados,
lavada tu cabeza, tú mismo estés siempre
bañado.
Mira al niño que te tiene de la mano.
Que tu esposa goce siempre en tu seno.
¡Tal es el destino de la humanidad!
(Fragmento
Meissner
MVAG 7/1 : VAT 4105, col. iii, 1’-14’)
Mapa del mundo: el único mapa antiguo que se conserva de Mesopotamia. Probablemente de Sippar, sur de Iraq, aproximadamente 700-500 a. C. Museo Británico de Londres. |
Me
valgo del trabajo citado de Lara Peinado para ofrecer el argumento y la cronología de la
obra:
A Gilgamesh, que se comportaba de modo tiránico
con sus súbditos, los dioses le oponen un «igual», Enkidú, de naturaleza
salvaje, para que refrene su comportamiento. Sin embargo, ambos personajes
llegan a hacerse íntimos amigos y juntos corren una serie de aventuras (Bosque
de los cedros, muerte del monstruo Humbaba, desprecio de Ishtar, lucha contra
el Toro celeste). La osadía que significaba el haber despreciado a Ishtar
motiva que ese orgullo sacrílego de Gilgamesh sea castigado por los dioses con
la muerte de su amigo Enkidú. Ante la angustia del hecho y dándose cuenta de la
precariedad de la vida, el héroe de Uruk busca desesperadamente el secreto de
la inmortalidad. Pero todo será inútil y cada fracaso le sumirá en una mayor
desesperación. Finalmente, Gilgamesh alcanzará la calma de la resignación al
comprender que lo único inmortal del hombre es el recuerdo que de él tenga la
posteridad.
En razón de tales temas y de su visión
profunda, el poema tuvo amplia difusión, realizándose de él versiones hurritas,
hititas y palestinas. Asimismo, episodios sueltos de claro origen sumerio
fueron conocidos en el mundo eblaíta.
Gilgamesh o la angustia por la
muerte: poema babilonio.
Traducción directa del acadio,
introducción y notas de Jorge Silva Castillo.
Máscara de arcilla del demonio Huwawa. Sippar, sureste de Iraq, 1800-1600 a. C. Museo Británico de Londres. |
Bendecía a Gilgamesh la multitud:
“¿Volverás algún día a la
ciudad?”
Los ancianos los bendecían
y le daban consejos sobre el
viaje:
“¡No
confíes en tu fuerza, Gilgamesh!
¡Estén
atentos tus ojos, ten cuidado!
Que
vaya
por delante Enkidú:
él sabe la ruta y ha hecho el
camino,
conoce los
pasos de montaña
y los
ardides todos de Huwawa
—el que va delante cuida a su compañero—;
sus
ojos
atentos te cuidarán.
¡Que te permita Shamash lograr lo que deseas!
Que lleguen a ver tus ojos lo
dicho por tu boca.
Que te abra los senderos
cerrados,
disponga para tus pasos el
camino,
escoja la montaña para tus
pies.
Que te regocije el sueño de tus
noches.
Que te conduzca y te asista
Lugalbanda.
Conforme a tu propósito,
logro, tan pronto como puedas,
tus deseos.
En el río de Huwawa, objeto de
tu empeño,
lava tus pies.
En tus altos nocturnos, cava un
pozo
para que no falte en tu odre el
agua pura
y ofrezcas a Shamash libaciones
de agua fresca,
sin olvidar tampoco a
Lugalbanda.”
Versión paleobabilónica (Yale)
Tablilla III, columna vi,
245-270.
(Las proezas, La expedición al
Bosque de los Cedros,
Proyecto y preparativos, págs.
82-83.)
Tablilla del Diluvio (Tablilla XI). Indudablemente la tablilla cuneiforme más famosa de Mesopotamia. Nínive, norte de Iraq, aproximadamente del siglo VII a. C. Museo Británico de Londres. |
Bendecía a Gilgamesh la multitud:
“¿Volverás algún día a la
ciudad?”
Los ancianos los bendecían
y le daban consejos sobre el
viaje:
“¡No
confíes en tu fuerza, Gilgamesh!
¡Estén
atentos tus ojos, ten cuidado!
Que
vaya
por delante Enkidú:
él sabe la ruta y ha hecho el
camino,
conoce los
pasos de montaña
y los
ardides todos de Huwawa
—el que va delante cuida a su compañero—;
sus
ojos
atentos te cuidarán.
¡Que te permita Shamash lograr lo que deseas!
Que lleguen a ver tus ojos lo
dicho por tu boca.
Que te abra los senderos
cerrados,
disponga para tus pasos el
camino,
escoja la montaña para tus
pies.
Que te regocije el sueño de tus
noches.
Que te conduzca y te asista
Lugalbanda.
Conforme a tu propósito,
logro, tan pronto como puedas,
tus deseos.
En el río de Huwawa, objeto de
tu empeño,
lava tus pies.
En tus altos nocturnos, cava un
pozo
para que no falte en tu odre el
agua pura
y ofrezcas a Shamash libaciones
de agua fresca,
sin olvidar tampoco a
Lugalbanda.”
Versión paleobabilónica (Yale)
Tablilla III, columna vi,
245-270.
(Las proezas, La expedición al
Bosque de los Cedros,
Proyecto y preparativos, págs.
82-83.)
Gilgamesh
se dirigió a él,
a Utanapíshtim:
“¿Cómo
no habrían de estar, Utanapíshtim,
mis mejillas enjutas, mi cara
demacrada,
Columna
v
mi
corazón triste,
demacrado
mi semblante?
¿Cómo
podría no estar
lleno de angustia mi vientre?
¿Cómo
no habría de tener el rostro
como el de quien ha hecho un largo viaje,
maltratada la
cara
por el frío y el calor?
¿Cómo
no habría de andar
vagando
por la estepa?
¡Mi
amigo, mulo errante,
onagro del monte,
pantera
de la estepa;
mi
amigo, Enkidú,
mulo errante, onagro del monte,
pantera de la estepa
—con
quien, uniendo nuestras fuerzas,
juntos, escalamos
la montaña,
nos
apoderamos del Toro
y lo matamos,
derrotamos
a Humbaba, que moraba
en el
Bosque de los Cedros,
y
en los pasos de montaña
matamos
los leones—;
mi
amigo, a quien tanto amé,
quien conmigo pasó
tantas pruebas,
Enkidú,
a quien tanto amé,
quien conmigo pasó
tantas pruebas,
llegó
a su fin, destino de la humanidad!
Seis días y siete noches
lloré por él,
y no le di sepultura
hasta
que de su nariz
cayeron los gusanos.
¡Tengo
miedo de la muerte y aterrado,
vago por la estepa!
Lo
que le sucedió a mi amigo
me
sucederá a mí.
Tomé
un
largo camino
y vago
por la estepa
¿Cómo podría callarme yo,
cómo
guardar silencio?
Mi
amigo, a quien amaba,
ha vuelto al barro.
Enkidú,
mi amigo, a quien amaba,
ha
vuelto al barro.
¿Acaso no habré de sucumbir yo,
como él?
¿Nunca jamás me
habré yo de levantar?”
Gilgamesh prosiguió,
hablando
a Utanapíshtim:
“Ea —[me dije]— iré a
Utanapíshtim el Lejano.
¡He de ver a aquél de quien tanto se habla!
Rondé por
los caminos
de
todos los países,
sorteé peligros
en las montañas,
crucé los mares
todos.
¡Ah! Mi cara no ha gozado
de un buen sueño.
Me he quedado sin dormir.
He llenado mis venas de angustia.
Todo esto, ¿a qué me ha
llevado?...
¡Mi ropa no ha durado para llegar
hasta la tabernera!
He
matado
oso, hienas,
leones, panteras,
tigres, ciervos,
leopardos, rebaños y manadas.
He comido su carne y me he
vestido
con sus
pieles.
¡Oh, si pudiera tapar,
con pez
y con betún,
las
grietas de la puerta del dolor!
Para mí no hay alegría. A mí,
desgraciado,
me
ha desgarrado [el destino].”
Tablilla X, columnas iv, 49-v, 34.
(En pos de la inmortalidad,
Travesía del océano cósmico y
encuentro con Utanapíshtim,
págs. 156-159.)
(Utanapíshtim
le habla a Gilgamesh):
Columna vi (Sm 1681)
Tú
has
perdido el sueño:
¿Qué
has sacado?
En
tus insomnios
te has
agotado.
Tus
carnes
están
llenas
de ansiedad.
Haces que tus días
se acerquen
a su fin.
La humanidad lleva por nombre
‘Como caña de cañaveral
se quiebra’.
[Se quiebra] aun el joven lleno
de salud,
aun la joven llena de salud.
. . . . . . . . . .
No hay quien haya
visto la muerte.
A
la muerte nadie
le ha visto la
cara.
A
la muerte nadie
le ha oído la voz.
Pero, cruel, quiebra la muerte
a los hombres.
¿Por cuánto tiempo
construimos una casa?
¿Por cuánto tiempo
sellamos
los contratos?
¿Por cuánto tiempo
los hermanos comparten lo heredado?
¿Por cuánto tiempo
perdura el odio en la tierra?
¿Por cuánto tiempo sube el río
y
corre su crecida?
Las efímeras que van a la
deriva
sobre el río,
[apenas] sus caras ven
la cara del sol,
cuando, pronto,
no queda ya ninguna.
¿No son acaso semejantes
el
que duerme y el muerto?
¿No dibujan acaso
la imagen de la muerte?
[en verdad,] el primer hombre
era ya su prisionero.
Desde que a mí me bendijeron
[los dioses,]
no han bendecido a nadie más.
Los Annunaki, los grandes
dioses,
reunidos [en consejo]
—Mammetu, que crea los
destinos,
con
ellos los decide—,
determinaron la muerte
y la vida.
Pero de la muerte
no se ha de conocer el día.”
Tablilla X, columna vi (Sm
1681), 6’-32’.
(En pos de la inmortalidad,
Travesía del océano cósmico y
encuentro con Utanapíshtim,
págs. 160-161.)
NOTAS
Lugalbanda fue
hijo de Enmerkar, rey de la primera dinastía de Uruk, héroes ambos de leyendas
sumerias.
Shámhat
(hieródula), prostituta sagrada cuyas funciones rituales tenían que ver con los
ritos iniciáticos y de fecundidad de la dios Ishtar. Su nombre se debe
pronunciar Shámjat.
Shamash, el
dios del sol y de la justicia, era el dios tutelar de la dinastía de la que
formaba parte Gilgamesh y, por lo tanto, su protector personal.
Huwawa,
monstruo fabuloso puesto al cuidado del Bosque de los Cedros por Enlil. La “h”
del nombre propio se debe pronunciar como “j”. Humbaba es forma fonética tardía, equivalente al Huwawa de la versión paleo-babilónica.
Utanapíshtim, el
“Noe” mesopotamio, había obtenido la inmortalidad como recompensa por haber
salvado a la humanidad de la catástrofe del diluvio.
El término Annunaki está usado aquí como nombre común de los dioses.
Mammētu es
otra denominación de Mah, la diosa madre.
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