Bitácora de literatura: traducción de poesía, sátiras, poemas, fábulas, epístolas, epigramas, aforismos, crónicas, antologías...

miércoles, 3 de abril de 2013

La Epopeya de Gilgamesh (Milenio III a. C.).



La literatura no es únicamente un recurso de última instancia en el estudio de la historia social y de hecho ha sido de gran utilidad para iluminar períodos de la historia universal ampliamente documentados en otras fuentes [...] los datos suministrados por las obras literarias pueden ayudar a elaborar una interpretación sociológica de la historia, meramente de acontecimientos.

                                                                                                                                                        Jorge Silva Castillo.











Desde muy joven sentí afinidad por las culturas antiguas, del mismo modo en que mi materia favorita en la escuela siempre fue la Historia.

Los viajes me han permitido conocer tanto lugares como vestigios de las primeras civilizaciones.

Al no haber visitado todavía Iraq, respecto de Mesopotamia —concepto griego que significa “entre ríos”—, recuerdo particularmente un par de lugares.

(Como he escrito en algún otro lado, quien pretenda acceder a los restos de las grandes culturas antiguas habrá de ir no a los países donde se establecieron aquellas, sino a los museos de las denominadas “potencias”.)

El primero, el Museo de Pérgamo en Berlín, donde contemplé atónito la Puerta de Ishtar durante varios minutos; además de las tablillas con inscripciones cuneiformes que se exhiben sin protección. El segundo fue el Museo Pushkin de Moscú, cuya sala dedicada a esta parte del mundo me hizo sentir insignificante, no sólo por las figuras colosales que destacan ahí.

Con estos antecedentes, doy comienzo a la publicación de un ciclo de algunos de los poemas épicos más importantes de la Humanidad —sólo espero disponer de la suficiente concentración para no desviarme de este objetivo, dada mi condición inquieta y dispersa.

La (re)lectura reciente del Poema de Gilgamesh, en la eximia edición del erudito mexicano Jorge Silva Castillo, me inspiró esta entrada.

Más adelante se leerá la información de los estudiosos; sin embargo, me gustaría expresar la profunda impresión que causó en mí, un lector mexicano del siglo XXI, esta obra concebida hace aproximadamente ¡50 siglos!

Cada cual es “ser humano de su tiempo” —y todo lo que conlleva serlo. Al acercarme a un documento de esta índole, lo hice irremediablemente con los prejuicios y la pedantería característicos de mi época.

A partir de la lectura identifiqué —¿o acaso sería más preciso decir, “reinterpreté”, “distorsioné”?...— algunos temas que esbozaron en mí una sonrisa, tales como el sexo, en tanto elemento de civilización cuando la hieródula Shámhat fornica con el salvaje Enkidú; o bien cuando éste mismo manifiesta a Gilgamesh que “tiene los ojos llenos de lágrimas y la tristeza en el corazón, por lo que su fuerza disminuye cuando sus músculos se paralizan y sus brazos desfallecen”: ¿Acaso no se vislumbra la “depresión” del amigo del héroe?

¡Vaya capacidad de esta cultura que legó a la posteridad, a partir del lenguaje, la burla cuando Gilgamesh contraviene las advertencias de los consejeros!: “Puesto que tengo miedo, iré.” Sin mencionar el anhelo de trascendencia, el miedo a la muerte, la manifestación de la amistad, la aparición del reproche, la sumisión a la voluntad divina; o la representación de la diosa Ishtar como una mujer manipuladora, entre muchas otras temáticas.

Lo anterior me hizo reflexionar si la sociedad actual, con toda su parafernalia moderna y sus conceptos progresistas, realmente es más avanzada que aquella que pudo reparar y analizar su circunstancia y la de sus miembros —evidentemente al amparo teológico.

Después de todo, a cinco milenios de distancia, los seres humanos aún morimos como aquellos semidioses...




Dos páginas destacadas sobre Mesopotamia (Sumeria, Asiria y Babilonia): Museo Británico de Londres (en inglés) y The Virtual Museum Of Iraq (en italiano). 








Himnos babilónicos. Estudio preliminar, traducción y notas de Federico Lara Peinado.
(Editorial Tecnos, Madrid, 1990).






Federico Lara Peinado, doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, y destacado investigador del antiguo Oriente Próximo en el Estudio Preliminar que precede a su edición de los Himnos Babilónicos (Editorial Tecnos, Madrid, 1990), escribe:  


En cuanto a la mitología babilónica y asiria, debemos decir que fue muy rica y variada, pudiéndose aislar diferentes ciclos míticos, que arrancaban de los ciclos sumerios anteriores, pero que fueron modificados, completados y enriquecidos en número. Puede así hablarse de un ciclo de mitos en torno al Diluvio (Tablilla XI del Poema de Gilgamesh).

[...]

La etapa histórica babilónica, que se desarrolló a lo largo de los dos primeros milenios antes de Cristo, constituyó (en su primera fase) la edad de oro de la literatura del Próximo Oriente antiguo, una literatura profundamente marcada con la impronta de lo religioso.

A dicho período histórico pertenecen, además de las grandes obras de carácter jurídico, histórico y técnico, las magnas y numerosas composiciones míticas, las obras de la sabiduría, los poemas didácticos, los grandes himnos tradicionales, así como infinidad de textos religiosos del más variado carácter.

[...]

Donde los escribas pusieron especial atención fue en la redacción del Poema de Gilgamesh, al fijar ahora una de sus principales versiones, a partir de materiales sumerios anteriores, empezados a recopilar en la etapa antigua babilónica.

Este poema el más famoso de la Mesopotamia de todos los tiempos, fruto último del genio semita, lo conocemos por su versión más completa, la hallada en la biblioteca del rey asirio Assurbanipal (669-629 a. de C.), en doce tablillas o cantos de casi trescientos versos cada uno. Se trata de una larga epopeya donde se narran las aventuras, hechos, y circunstancias del quinto rey de la primera dinastía de Uruk, Gilgamesh, que hubo de vivir a finales del siglo XXVII precristiano. Sus aventuras están inmersas dentro de una riqueza temática de contenido universal: amor, amistad, pecado, mal, concepción de la muerte, inmortalidad, resignación, tratados todos estos aspectos con gran altura ética.


Remito a quien interesado en profundizar en el tema; del propio Lara Peinado: Poema de Gilgamesh: Un viaje fallido a la inmortalidad






Gilgamesh o la angustia por la muerte: poema babilonio.
Traducción directa del acadio, introducción y notas de Jorge Silva Castillo.
(El Colegio de México: Centro de Estudios de Asia y África, México, 2002).





Jorge R. Silva Castillo fungió como profesor, investigador y director del Centro de Estudios de Asia y África del Colegio de México —para los lectores ibéricos que leen, esta institución de educación superior se fundó en 1940, teniendo como antecedente inmediato “La Casa de España”, y se enriqueció con el exilio causado por la Guerra Civil Española.

Fue alumno del erudito Réné Labat en la École Pratique des Hautes Études. También convivió con el historiador francés, Jean Bottéro, uno de los primeros traductores del Código de Hammurabi.

Pionero en la asiriología en México, Silva Castillo destaca por su Gilgamesh o la angustia por la muerte: poema babilonio, traducción directa del acadio cuya primera edición data de 1994.

Para desentrañar en justa dimensión la figura de Gilgamesh —que de acuerdo con el experto se debe pronunciar “Guilgamesh—, pongo a su disposición este enlace: Gilgamesh en las tradiciones sumerias y en la tradición acadia. 

Ahora bien, sobre el poema, el cual “antes de llegar a su forma escrita, fue transmitido de generación en generación por la tradición oral” (nota 8 de la página 201), transcribo algunos fragmentos de la Introducción, así como de la epopeya misma:


El texto más completo, aunque mutilado, del poema acadio de Gilgamesh, fue encontrado en las ruinas de Nínive, entre las tablillas de una colección de obras literarias conocida como Biblioteca de Asurbanipal de Asiria, que reinó del año 668 al 627, a. C. Alrededor de ciento cincuenta fragmentos más o menos importantes, descubiertos ahí y en otros sitios de Iraq [...] hacen ver que existía una versión que se copiaba fielmente, sin modificaciones mayores, aunque con variantes de detalle, por lo que se puede llamar versión estándar. [...] Los estratos en que se han encontrado algunos de estos fragmentos, así como su análisis textual y otros criterios, hacen pensar que la versión estándar se compuso durante el último tercio del segundo milenio a. C. A partir del siglo IX, esta obra, atribuida a un sacerdote exorcista babilonio llamado Sin-leqi-unninni, se reprodujo con un alto grado de fidelidad hasta los albores de nuestra era [...] La composición de Sin-leqi-unninni se basa en otra versión más antigua hecha en Babilonia hacia el primer tercio del segundo milenio, por lo que se puede llamar paleobabilónica.


Más adelante puntualiza:


La versión paleobabilónica, a juzgar por un pasaje que no recogieron las versiones posteriores, ofrecía una suerte de escape al fatalismo pesimista de la intrascendencia; Siduri, una tabernera que a la orilla del océano cósmico trata de disuadir a Gilgamesh de emprender la travesía de ese mar de aguas mortales, da al héroe consejos que no nos sorprenderían en boca de un filósofo romano que viviera según las normas del carpe diem [Lat. Toma el día: aprovecha el momento]:



Gilgamesh, ¿hacia dónde corres?
La vida que persigues, no la encontrarás.
Cuando los dioses crearon a la humanidad,
le impusieron la muerte;
la vida, la retuvieron en sus manos.
¡Tú, Gilgamesh, llena tu vientre;
día y noche vive alegre;
haz de cada día un día de fiesta;
diviértete y baila noche y día!
Que tus vestidos estén inmaculados,
lavada tu cabeza, tú mismo estés siempre bañado.
Mira al niño que te tiene de la mano.
Que tu esposa goce siempre en tu seno.
¡Tal es el destino de la humanidad!

(Fragmento Meissner
MVAG 7/1 : VAT 4105, col. iii, 1’-14’)






Mapa del mundo: el único mapa antiguo que se conserva de Mesopotamia.
Probablemente de Sippar, sur de Iraq, aproximadamente 700-500 a. C.
Museo Británico de Londres.





Me valgo del trabajo citado de Lara Peinado para ofrecer el argumento y la cronología de la obra:


A Gilgamesh, que se comportaba de modo tiránico con sus súbditos, los dioses le oponen un «igual», Enkidú, de naturaleza salvaje, para que refrene su comportamiento. Sin embargo, ambos personajes llegan a hacerse íntimos amigos y juntos corren una serie de aventuras (Bosque de los cedros, muerte del monstruo Humbaba, desprecio de Ishtar, lucha contra el Toro celeste). La osadía que significaba el haber despreciado a Ishtar motiva que ese orgullo sacrílego de Gilgamesh sea castigado por los dioses con la muerte de su amigo Enkidú. Ante la angustia del hecho y dándose cuenta de la precariedad de la vida, el héroe de Uruk busca desesperadamente el secreto de la inmortalidad. Pero todo será inútil y cada fracaso le sumirá en una mayor desesperación. Finalmente, Gilgamesh alcanzará la calma de la resignación al comprender que lo único inmortal del hombre es el recuerdo que de él tenga la posteridad.

En razón de tales temas y de su visión profunda, el poema tuvo amplia difusión, realizándose de él versiones hurritas, hititas y palestinas. Asimismo, episodios sueltos de claro origen sumerio fueron conocidos en el mundo eblaíta.






Gilgamesh o la angustia por la muerte: poema babilonio.
Traducción directa del acadio, introducción y notas de Jorge Silva Castillo.






Máscara de arcilla del demonio Huwawa.
Sippar, sureste de Iraq, 1800-1600 a. C.
Museo Británico de Londres.





Bendecía a Gilgamesh la multitud:
“¿Volverás algún día a la ciudad?”
Los ancianos los bendecían
y le daban consejos sobre el viaje:
“¡No confíes en tu fuerza, Gilgamesh!
¡Estén atentos tus ojos, ten cuidado!
Que vaya por delante Enkidú:
él sabe la ruta y ha hecho el camino,
conoce los pasos de montaña
y los ardides todos de Huwawa
el que va delante cuida a su compañero—;
sus ojos atentos te cuidarán.
¡Que te permita Shamash lograr lo que deseas!
Que lleguen a ver tus ojos lo dicho por tu boca.
Que te abra los senderos cerrados,
disponga para tus pasos el camino,
escoja la montaña para tus pies.
Que te regocije el sueño de tus noches.
Que te conduzca y te asista Lugalbanda.
Conforme a tu propósito,
logro, tan pronto como puedas, tus deseos.
En el río de Huwawa, objeto de tu empeño,
lava tus pies.
En tus altos nocturnos, cava un pozo
para que no falte en tu odre el agua pura
y ofrezcas a Shamash libaciones de agua fresca,
sin olvidar tampoco a Lugalbanda.”

Versión paleobabilónica (Yale)
Tablilla III, columna vi, 245-270.
(Las proezas, La expedición al Bosque de los Cedros,
Proyecto y preparativos, págs. 82-83.)






Tablilla del Diluvio (Tablilla XI). Indudablemente la tablilla cuneiforme más famosa de Mesopotamia. Nínive, norte de Iraq, aproximadamente del siglo VII a. C.
Museo Británico de Londres.






Bendecía a Gilgamesh la multitud:
“¿Volverás algún día a la ciudad?”
Los ancianos los bendecían
y le daban consejos sobre el viaje:
“¡No confíes en tu fuerza, Gilgamesh!
¡Estén atentos tus ojos, ten cuidado!
Que vaya por delante Enkidú:
él sabe la ruta y ha hecho el camino,
conoce los pasos de montaña
y los ardides todos de Huwawa
el que va delante cuida a su compañero—;
sus ojos atentos te cuidarán.
¡Que te permita Shamash lograr lo que deseas!
Que lleguen a ver tus ojos lo dicho por tu boca.
Que te abra los senderos cerrados,
disponga para tus pasos el camino,
escoja la montaña para tus pies.
Que te regocije el sueño de tus noches.
Que te conduzca y te asista Lugalbanda.
Conforme a tu propósito,
logro, tan pronto como puedas, tus deseos.
En el río de Huwawa, objeto de tu empeño,
lava tus pies.
En tus altos nocturnos, cava un pozo
para que no falte en tu odre el agua pura
y ofrezcas a Shamash libaciones de agua fresca,
sin olvidar tampoco a Lugalbanda.”

Versión paleobabilónica (Yale)
Tablilla III, columna vi, 245-270.
(Las proezas, La expedición al Bosque de los Cedros,
Proyecto y preparativos, págs. 82-83.)





Gilgamesh se dirigió a él,
                        a Utanapíshtim:
“¿Cómo no habrían de estar, Utanapíshtim,
            mis mejillas enjutas, mi cara demacrada,

Columna v
mi corazón triste,
                        demacrado mi semblante?
¿Cómo podría no estar
lleno de angustia mi vientre?
¿Cómo no habría de tener el rostro
como el de quien ha hecho un largo viaje,
maltratada la cara
por el frío y el calor?
¿Cómo no habría de andar
vagando por la estepa?
¡Mi amigo, mulo errante,
onagro del monte,
pantera de la estepa;
mi amigo, Enkidú,
            mulo errante, onagro del monte,
                        pantera de la estepa
—con quien, uniendo nuestras fuerzas,
juntos, escalamos la montaña,
nos apoderamos del Toro
                        y lo matamos,
derrotamos a Humbaba, que moraba
                        en el Bosque de los Cedros,
y en los pasos de montaña
                        matamos los leones—;
mi amigo, a quien tanto amé,
quien conmigo pasó tantas pruebas,
Enkidú, a quien tanto amé,
                        quien conmigo pasó tantas pruebas,
llegó a su fin, destino de la humanidad!
            Seis días y siete noches
                        lloré por él,
y no le di sepultura
hasta que de su nariz
                        cayeron los gusanos.
¡Tengo miedo de la muerte y aterrado,
vago por la estepa!
Lo que le sucedió a mi amigo
                        me sucederá a mí.
Tomé un largo camino
                        y vago por la estepa
¿Cómo podría callarme yo,
cómo guardar silencio?
Mi amigo, a quien amaba,
            ha vuelto al barro.
Enkidú, mi amigo, a quien amaba,
                                    ha vuelto al barro.
¿Acaso no habré de sucumbir yo, como él?
            ¿Nunca jamás me habré yo de levantar?”
Gilgamesh prosiguió,
hablando a Utanapíshtim:
Ea —[me dije]— iré a Utanapíshtim el Lejano.
            ¡He de ver a aquél de quien tanto se habla!
Rondé por los caminos
de todos los países,
sorteé peligros
                        en las montañas,
crucé los mares
                        todos.
¡Ah! Mi cara no ha gozado
                        de un buen sueño.
Me he quedado sin dormir.
                        He llenado mis venas de angustia.
Todo esto, ¿a qué me ha llevado?...
            ¡Mi ropa no ha durado para llegar
                        hasta la tabernera!
He matado oso, hienas,
            leones, panteras,
                        tigres, ciervos,
                                   leopardos, rebaños y manadas.
He comido su carne y me he vestido
                        con sus pieles.
¡Oh, si pudiera tapar,
con pez y con betún,
las grietas de la puerta del dolor!
Para mí no hay alegría. A mí, desgraciado,
me ha desgarrado [el destino].”

Tablilla X, columnas iv, 49-v, 34.
(En pos de la inmortalidad,
Travesía del océano cósmico y encuentro con Utanapíshtim,
págs. 156-159.)





(Utanapíshtim le habla a Gilgamesh):

Columna vi (Sm 1681)           

Tú has perdido el sueño:
¿Qué has sacado?
En tus insomnios
te has agotado.
Tus carnes están
llenas de ansiedad.
Haces que tus días
se acerquen a su fin.
La humanidad lleva por nombre
‘Como caña de cañaveral
                        se quiebra’.
[Se quiebra] aun el joven lleno de salud,
                        aun la joven llena de salud.
                                   . . . . . . . . . .
No hay quien haya
                        visto la muerte.
A la muerte nadie
le ha visto la cara.
A la muerte nadie
                        le ha oído la voz.
Pero, cruel, quiebra la muerte
                        a los hombres.
¿Por cuánto tiempo
construimos una casa?                    
¿Por cuánto tiempo
sellamos los contratos?
¿Por cuánto tiempo
            los hermanos comparten lo heredado?
¿Por cuánto tiempo
                        perdura el odio en la tierra?
¿Por cuánto tiempo sube el río
y corre su crecida?
Las efímeras que van a la deriva
                        sobre el río,
[apenas] sus caras ven
                        la cara del sol,
cuando, pronto,
                        no queda ya ninguna.
¿No son acaso semejantes
el que duerme y el muerto?
¿No dibujan acaso
                        la imagen de la muerte?
[en verdad,] el primer hombre
                        era ya su prisionero.
Desde que a mí me bendijeron [los dioses,]
                        no han bendecido a nadie más.
Los Annunaki, los grandes dioses,
                        reunidos [en consejo]
—Mammetu, que crea los destinos,
con ellos los decide—,
determinaron la muerte
                        y la vida.
Pero de la muerte
                        no se ha de conocer el día.”

Tablilla X, columna vi (Sm 1681), 6’-32’.
(En pos de la inmortalidad,
Travesía del océano cósmico y encuentro con Utanapíshtim,
págs. 160-161.)





NOTAS

Lugalbanda fue hijo de Enmerkar, rey de la primera dinastía de Uruk, héroes ambos de leyendas sumerias.

Shámhat (hieródula), prostituta sagrada cuyas funciones rituales tenían que ver con los ritos iniciáticos y de fecundidad de la dios Ishtar. Su nombre se debe pronunciar Shámjat.

Shamash, el dios del sol y de la justicia, era el dios tutelar de la dinastía de la que formaba parte Gilgamesh y, por lo tanto, su protector personal.

Huwawa, monstruo fabuloso puesto al cuidado del Bosque de los Cedros por Enlil. La “h” del nombre propio se debe pronunciar como “j”. Humbaba es forma fonética tardía, equivalente al Huwawa de la versión paleo-babilónica.

Utanapíshtim, el “Noe” mesopotamio, había obtenido la inmortalidad como recompensa por haber salvado a la humanidad de la catástrofe del diluvio.

El término Annunaki está usado aquí como nombre común de los dioses.

Mammētu es otra denominación de Mah, la diosa madre. 

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