Bitácora de literatura: traducción de poesía, sátiras, poemas, fábulas, epístolas, epigramas, aforismos, crónicas, antologías...

sábado, 22 de febrero de 2014

100, 000 VISITAS. Renato Leduc (1897-1986): Homenaje personal.


Para mi amigo el joven poeta Abraham Peralta Vélez,
quien con su sola presencia ha infundido ánimo a mi atribulado ser.  





Adiós Renato, ya que Dios te quiso
porque fuiste sincero y sin ruindad;
porque sembraste en laico paraíso,
tu propio árbol del bien y del mal.

Francisco Liguori, Adiós Renato.




Renato Leduc, originalmente en mi Canal de YouTube: Caesaris Navarretis
donde se ofrecen algunos otros proyectos videográficos que he realizado.





Desde hace mucho planeaba rendirle un tributo a aquel hombre cuyos poemas atípicos en temática me mostraron que la poesía trascendía convencionalismos y poses. Renato Leduc, hombre que parece haber vivido todo cuanto sucedió en su tiempo, también me deleitó con su prosa biográfica llena de inventiva, pese a que algunos críticos la consideren inferior.

Más allá de que comulgue con su carácter, Leduc es uno de mis manes, un guía imprescindible que me protege de la mojigatería y la estulticia que privan en el medio literario de mi país:



Además, hasta la fecha me aburren las reuniones de intelectuales y mil veces prefiero juntarme con tipos con los que se pueda hablar de temas más agradables, así esos asuntos nada tengan qué ver con la cultura o, por lo menos, lo que entienden como tal los sabihondos, que no es otra cosa más que asuntos totalmente abstrusos... Y, por eso, cuando me veo forzado a asistir a alguna reunión de ese tipo y a escuchar mil pendejadas, siempre termino diciéndoles:

—Carajo, para otra vez mejor inventen a gente del toro que es mucho más divertida y habla de cosas más interesantes que de las que están ustedes hablando...

Renato por Leduc, VII, Renato y los intelectuales, XIII, pág. 239.



El hecho de que este homenaje personal, simultáneamente íntimo y público, coincida con las cien mil visitas de esta bitácora literaria —algo que nunca me planteé cabalmente— me enorgullece y tranquiliza sobremanera, pues me indica que noventa y dos entradas después la esencia de este proyecto se mantiene.

Otro motivo que me genera bastante satisfacción, es haber rescatado el fragmento que abre esta entrega —en apenas unos segundos de duración, como se habrá corroborado, el autor mismo se manifiesta, ya en las postrimerías de su vida, tal como fue a lo largo de ella: auténtico. 

Como ya lo hice con una entrada anterior dedicada a Efraín Huerta —en conmemoración por el centenario de su natalicio—, contextualicé también un par de poemas de ésta con anécdotas que enriquecerán su lectura.

Dos libros fueron fundamentales para la constitución de esta entrega: Renato Leduc, Obra literaria (Fondo de Cultura Económica, 2000), con compilación e introducción de Edith Negrín, y Renato por Leduc, y Apuntes de una vida singular (Ediciones Océano, 1982), de José Ramón Garmabella.

Jamás podré saldar mi deuda respecto de Renato Leduc. Con esta publicación pretendo, en tanto admirador, ofrecer una selección digna de él, basada en el goce de su obra.

César Abraham Navarrete Vázquez.










Renato Leduc (1897-1986). Escritor, poeta, periodista y viajero mexicano que vivió rodeado de un halo de aventura y bohemia. Habitó en París, donde se relacionó con diversos personajes del medio sociocultural,  y después en Nueva York durante algunos meses —ahí se aburrió muchísimo, según su propio testimonio—, antes de establecerse definitivamente en México. Se casó con la pintora surrealista, Leonora Carrington, con el propósito de ayudarla a escapar de la persecución nazi. Fue amigo de la actriz María Félix —quien le propuso matrimonio— y del músico Agustín Lara.

En la página 21, I, Renato y la revolución, del libro citado de José Ramón Garmabella, el propio Leduc señala:



Pues señor, yo nací en Tlalpan, Distrito Federal, el día 16 de noviembre de 1897. Mi lugar natal actualmente pertenece a la capital de la República, pero hubo una época en que fue la capital del Estado de México, lo cual se puede colegir si se ve una de las placas colocadas en el Palacio Municipal.










Por esto, para mí, el intelectual debe ser antisolemne o, en último de los casos, asolemne. Y así como he conocido intelectuales como don Nemesio García Naranjo o Ramón Beteta —que era un auténtico viva la virgen—, también he conocido cabrones que ya desde su época de universitarios se consideraban genios y actuaban como erróneamente creían que debía comportarse un genio, o sea, en forma pedante y pendeja... De ahí que considere, como alguna vez dijo alguien con mucha razón, que la solemnidad es la seriedad de los pendejos.

José Ramón Garmabella, Renato por Leduc, Apuntes de una vida singular, VII, Renato y los intelectuales, X, pág. 238.










Obra citada, VI, Renato y la poesía, XXII y XIV, págs. 199-202:

El Prometeo sifilítico nació por lo siguiente:

Como ya expliqué en algún pasaje de estos Apuntes, en la Escuela de Leyes tenía un amigo que se llamaba Antonio Riquelme, el cual era hijo de un abarrotero gachupín muy rico de Orizaba y fue quien a mi llegada a París no sólo me recibió, sino que me instaló en el hotel “Saint Pierre”, lugar del Barrio Latino donde yo viví la mayor parte de mi estancia en la capital de Francia...

Pero antes de continuar con el relato debo decir algo:

Hasta antes de que el doctor Fleming descubriera la penicilina —¡loor a este benefactor de la Humanidad!—, las curas de las entonces llamadas enfermedades secretas y vergonzantes eran materialmente de la chingada, porque uno tenía que aguantar las aplicaciones del permanganato de sodio, que ardía muchísimo, al puro valor mexicano... Me acuerdo que había un consultorio de un doctor irónicamente llamado Francisco Franco adonde iba cada vez que me pegaban la gonorrea, y una vez que estaba ahí llegó un español a quien la infección le había llegado a la próstata, así es que el doctor Franco se vio obligado a hacerle masajes prostáticos... Para ello, el galeno —que de por sí tenía los dedos largos y gruesos—, se ponía un guante con el dedo cordial aún más grueso y se lo introducía por el culo al pobre español que, a cada movida del masaje, exclamaba:

—¡Joder!... Si esto lo hace por curarme pues me aguanto, pero si lo hace por darme placer, ¡mueva el dedo más aprisa!...

Sigo en el relato sobre el origen de Prometeo sifilítico:

Antonio Riquelme, decía, era mi compañero en la Escuela de Leyes y cada vez que recibía su suculenta mensualidad, lo primero que hacía era invitarme a la cantina que todavía existe en Cinco de Mayo y Palma donde hacíamos lo que él llamaba una “comida frugal”, la cual consistía en botanas y aguardiente...

Pero con una parte de lo que le sobraba de la mensualidad, Riquelme compraba un tomito que publicaba cada mes la Editorial Cultura de Elorduy Chávez, donde se podía leer la obra de algún escritor mexicano o bien alguna cosa francesa o inglesa que había sido traducida por alguno de los maricones que formaban el grupo de “Los Contemporáneos”.

Así las cosas, una vez esa editorial publicó una cosa de Vasconcelos que se llamaba el Prometeo liberado. Como el llamado “Maestro de las juventudes de América” era muy buen narrador, pero cuando se metía a divulgar las filosofías de otros era aburridísimo, de manera es que Riquelme un día que me leía la obra se hastió y cerrando el libro me dijo:

—¡Qué Prometeo ni qué liberado ni qué la chingada!...

Además, como Antonio tenía una gonorrea de espanto y a cada meada tenía que hincarse del dolor, añadió:

—¡Carajo, en lugar de escribir esa chingadera, debía hacer el Prometeo sifilítico!...

Aquello me cayó bien y como estaba fuerte en literatura griega y había leído las tragedias de Sófocles y Esquilo hasta casi sabérmelas de memoria, resulta que fui a los telégrafos a poner un relevo y me dirigí a mi casa a escribir lo que ya en ese momento constituía para mí una obsesión...

Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, no conseguía avanzar, así es que me puse a caminar desde el pueblo de Tacuba, donde yo vivía, y después de haber dado varias vueltas, pude terminarlo y al día siguiente le di los últimos toques.

Este Prometeo sifilítico se hizo célebre porque en el original de los griegos —Prometeo encadenado—, el personaje le roba el fuego a los dioses para traérselo a los humanos y yo escribí que Prometeo les había robado los trucos eróticos y, en castigo, los mismos dioses le habían amputado el pene...

Ahora, cuando estudié con Salvador Camargo, alguna vez le enseñé mi Prometeo sifilítico y después de leerlo me comentó meneando la cabeza:

—Caray Renato, si tienes un indudable talento poético, ¿por qué no escribes en serio?

—No Salvador, le respondí, escribir en serio es fácil, el chiste es hacerlo en pitorreo… Mira, yo admiro más a un ciclista acróbata que a uno que sea campeón de carretera...

Y es que, a muchos años de distancia de haberlo creado, aún considero que el éxito del Prometeo fue precisamente el choteo...

[…]

El propio Leduc agrega en la Noticia del autor a la edición de 1979, que reúne “Prometeo”, “La odisea” y “Euclidiana”.

Hasta el descubrimiento de las sulfas y la penicilina, la humanidad era azotada por el terrible flagelo de las enfermedades venerosifilíticas. Era consternante observar en la juventud coetánea de la mía las repugnantes huellas que dejaban tales enfermedades, que eran como la contrapartida de la voluptuosidad de esos actos que don Juan Ruiz, el Arcipreste, llamó objetiva y burdamente “juntamiento con hembra placentera”, que es como un regalo de los dioses... Para denunciar tan injusta sanción, ya no en un hombre, sino en un titán, escribí el Prometeo sifilítico, en los inicios de la década de los años veinte... Me impulsaron a esa tarea, en el estilo helenístico que usé, mi maestro el docto polígrafo licenciado Ricardo Gómez Robelo, el historiador don José Valenzuela y mi condiscípulo Sam Rojas.

Ya por último baste decir que el poema circuló por años clandestinamente en copias mecanografiadas antes de publicarse en 1934, e incluso llegó a representarse como obra de teatro:



Prometeo [sifilítico]

Al formidable centauro Fernando Valdés Villareal

Acto I
Prometeo, Cratos, Hefestos

Cratos (a Prometeo)

Por fin hemos llegado
al siniestro confín de Recabado.
Tú, padrote de putas miserables,
quedarás enclavado en esta roca,
un chancro fadegénico en tu boca
dejará cicatrices imborrables.

(a Hefestos)

Y tú, cojo cabrón, ya palideces
como si fueras a correr su suerte.
Átalo pronto, que si no, mereces,
¡oh pendejo inmortal, que te dé muerte!

Hefestos (para sí)

Yo no tengo la culpa de apreciarle,
juntos corrimos memorable juerga.
¡Oh miseria! ¡Oh dolor! tener que atarle
de pies y manos, de pescuezo y verga.

Cratos

¿Acabarás por fin con la tarea
que Zeus te encomendó...?

Hefestos

¡Que yo no vea
realizarse mis fúnebres temores...!

Cratos

Déjate de lamentos y clamores.
Y di, ¿qué es lo que temes insensato?
¿acaso quieres que valor te preste?

Hefestos (profético)

Que no te llegue el doloroso rato
que estás haciendo padecer a éste;
que tu pene inmortal no se convierta
en huachinango con la boca abierta;
que tu miembro viril erecto y seco
no escurra nunca pasta de pebeco.

Cratos

¿Qué palabras fatídicas brotaron
del cerco de tus dientes, desdichado?
Jamás los vaticinios me asustaron
porque el ánimo tengo bien templado.
No cumplida verás tu predicción.
Yo nunca voy con putas de a tostón.
Además, en las aguas del Pocito
invulnerable se volvió mi pito.

Hefestos

No te jactes, ¡oh Cratos!, del telúrico
miembro viril que te obsequió Natura,
mira que hay chancros de ácido sulfúrico
que polvo vuelven a la piedra dura.

Cratos

No me asustas, no soy de tus pendejos;
absténte de dictar nuevos consejos
y acaba de forjar esas cadenas...

Hefestos

Bien forjadas están, mayores penas
sufre quien forja que quien sólo manda
con duro acento...

Cratos (a Prometeo)

                                   ...Anda
Titánida feroz, lleno de dolo,
¡decláranos la guerra!
Desciende hasta la Tierra
donde viven los hombres cual lombrices
y enséñales placeres que tan sólo
reservados están a los felices.

Si a las Efímeras piedad te mueve,
enséñalas a hacer sesenta y nueve.

Titánida feroz, lleno de dolo,
aquí te vas a ver jodido y solo,
que las putas de la lengua articulada
nada pueden hacer, no pueden nada...
                                                                       (vanse)

Acto II

Prometeo, Hermes, Corro de Oceánidas

Prometeo
(encadenado se dirige a los elementos)

¡Éter sulfúrico, bebidas embriagantes,
claros raudales de tequila Sauza;
vedme sujeto a pruebas torturantes
y sin saber siquiera por qué causa!

¡Oh twenty dollars coin que ruedas mansamente
por el tapete azul del infinito;
vástago de Hiperión, dios igniscente
apaga los ardores de mi pito!

Tú, que brindas tu luz a lo mortales
cual cerúlea linterna,
mírame padecer horrendos males...
Como la Hidra de Lerna
llevo en mi sangre gérmenes fatales.

Tierra nutricia, asfalto de la calle,
soñoliento gendarme de la esquina,
impide que la inquina
de Zeus Cronida sobre mí restalle.

(escuchando un batir de alas que se aproxima)

Alguien viene. ¿Quién es? ¿Baja del cielo
un inmortal para tomarme el pelo?

Coro de Oceánidas

Desdichado titán, hemos venido
veloces desde el fondo del Océano
para tenderte una piadosa mano
en el momento en que te ves jodido.

Relátanos por qué quiso el Cronida
tenerte así, con la cabeza erguida,
con los brazos en cruz y ¡oh cruel tirano!
con un falo metido por el ano.

Refiérenos también, uno por uno,
los pormenores de tu cruel suplicio.
¿Por el chiquito te cogiste a Juno?
¿Rompiste sin querer el orificio
ambrosiano y sutil, por donde mea,
a la divina Palas Atenea...?

Prometeo

¡Oh prole innumerable de Pánfilo Zendejas!
Ya que piadosas escucháis mis quejas,
ya que venís del fondo del Océano
para tenderme una piadosa mano,
os voy a referir por qué delito
quiso el Cronida cercenarme el pito.

Los hombres miserables por el monte
vagaban, persiguiendo a las mujeres,
y su coito tenía los caracteres
que tiene el coito del iguanodonte.

Yo los vi cohabitar en las cavernas
sin un petate en qué tender las piernas,
sin otra almohada que la roca dura,
Tan sólo conocían una postura
para efectuar el acto del amor...

Transido de dolor
yo enseñé a los mortales industriosos
cuarenta y seis maneras de joder.

Sabiamente les hice comprender
que en esto de los lances amorosos
se llega al non plus ultra del placer
dando cierta postura a la mujer.

Por mí supieron que el sesenta y nueve
obedece a las leyes del Clynamen
porque yo lo enseñé, ahora mueve
cualquier mujer el blando caderamen.

Mi enseñanza cundió por el Urano
y jodieron hermano con hermana
y los dioses sintieron en el ano
“una sensual hiperestesia humana”.

Tal es, dulces deidades, mi delito;
tal es el crimen de que se me acusa;
por él se quiere convertirme el pito
en una inútil cafetera rusa.

Oceánida

Desdichado Titán, te he de decir
que por falta de pene no habrás mengua.
Confórmate que allá en el porvenir
lo que habrás menester será la lengua.

Prometeo

Si me hubiera tejido la puñeta
no sintiera el dolor de que taladre
mi canal uretral la espiroqueta...

(A Hermes que llega)

Mensajero fatal ¡chinga a tu madre!

Hermes (cantando)

Tal parece que estás arrepentido...

Prometeo

¡Oh, Zeus, tirano fementido,
sé que voy a sufrir y me conformo...!

Las Oceánidas (retirándose)

¡Qué olor tan espantoso a yodoformo...!

Prometeo
(bajo el bisturí de Hermes)

¡Ay...!

Oceánidas (en la lejanía)

¡Qué caray...! ¡Qué caray...!

__________
Recabado —hoy Pensador Mexicano—, calle de la Ciudad de México llena de prostíbulos durante los años veinte.
Sauza, marca de tequila.





Obra citada, VI, Renato y la poesía, XV, págs. 203-204:

Aquí se va a hablar del tiempo perdido que, como dice el dicho, los santos lo lloran...

Cuando ingresé en la Escuela Nacional Preparatoria, quise cursar la materia de Literatura Castellana con el maestro don Erasmo Castellanos Quinto, pero como ya tenía saturado su grupo, tuve que cursarla con don Julio Torri...

El maestro Torri —quien era profesor de raíces latinas y amigo mío—, era un hombre bajito, tartamudo y como además hablaba muy quedito y en aquel entonces no había micrófonos, lo único que le podíamos escuchar eran sus tartamudeces... Esto hacía su clase muy aburrida, así ésta consistiera en leer trozos escogidos de poetas o literatos latinos, por lo que los alumnos buscábamos la forma de no pasarla tan mal.

Por ello, me acuerdo que entre mis condiscípulos estaba un gordo tabasqueño que se llamaba Adán Santaná el cual, como era muy docto en retórica y todas esas pendejadas, hacía versitos y como nos aburríamos mucho durante la clase de Torri, de manera es que nos poníamos a echarnos toritos donde nos dábamos un pie de verso y hacíamos en tres minutos una cuarteta so pena de perder un peso... Y un día me dijo el gordo Adán:

—A ver, hazme una cuarteta teniendo como pie de verso hay que darle tiempo al tiempo...

Como al cabo de los tres minutos no la pude hacer y tuve que pagarle el peso, Santaná me dijo en son de burla delante de todos:

—Carajo, yo creí que porque haces versitos, sabías siquiera que tiempo no tiene consonante...

En vista de que todos se rieron de la “revolcada” que me dio, aquello me picó la cresta y acudí al diccionario de la rima en donde, en efecto, constaté la inconsonancia del vocablo tiempo... Sin embargo, dolido aún por la maltratada, seguí pensando en el tema hasta que se me ocurrieron los siguientes versos:


Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.

Y así, cuando pude escribir los catorce versos, los uní, con lo que tuve ya el soneto... No obstante, como me sonó muy monótono, decidí aconsonantar los segundos versos de cada terceto de la manera siguiente:

Amar queriendo como en otro tiempo
—IGNORABA YO AÚN QUE EL TIEMPO ES ORO—
cuánto tiempo perdí —ay— cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
AMOR DE AQUELLOS TIEMPOS, COMO AÑORO
la dicha inicua de perder el tiempo...

Y fue de este modo como nació el soneto de Tiempo que ha llegado a ser tan famoso, gracias a que Rubén Fuentes lo musicalizó y Marco Antonio Muñiz y José José lo grabaron cantándolo a dúo...

En la “Justificación” a Fábulas y poemas de 1966, escribió:

Por las mismas oscuras razones que ciertos padres que se encariñan con el hijo canalla o defectuoso con detrimento de su amor a los mejores, es frecuente entre escritores menospreciar sus obras de mayor aceptación y preferir las menospreciadas por el público. En lo personal me apena tanto la indiferencia de los lectores de mi “Epístola a una dama que nunca conoció elefantes” como me sorprende la vieja y sostenida popularidad de ese banal ejercicio de retórica que es mi soneto “Tiempo”.

Este poema originalmente se llamó Time is money y se dedicaba al pintor Edmundo O’Gorman.










Aquí se habla del tiempo perdido
que, como dice el dicho,
los santos lo lloran

Sabia virtud de conocer el tiempo;
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo
que no sentí jamás correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo
—ignoraba yo aún que el tiempo es oro—
cuánto tiempo perdí —ay— cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...





Cine

A Otilia Zambrano

La marimba toca hawaianamente,
Dolores del Río, ensaya una pose.
Flota en el ambiente
perfume de axilas y polvos de arroz...

Penumbra propicia
para esparcimiento
de chicos y chicas.

Como dos cocuyos
fulgen las pupilas
de una doncellita,
que pronto, muy pronto
dejará de serlo...

Mi boca está seca —¿chicle? ¿limonadas?—
Dos novios se besan con fe que conforta;
toca la marimba hawaianamente.
La pantalla dice:

Episodio sexto —triunfa la Virtud.

Y una niña grita,
con rabia inaudita:
¡Soez, majadero! ¡Que prendan la luz!...





El mar

A Julio Rojas

Inmensidad azul. Inmensidad
patria del tiburón y el calamar;
por el temblor rumbero de tus ondas
vienes a ser el precursor del jazz...

Síntesis colosal
de mariscos, espumas and steamers
Profundo aquel filósofo que dijo:

“Cuánta agua tiene el mar”...

¿Fue Vasconcelos?
¿Fue Bergson?
¿Fue Kant?...





Cívica

A David Noble

Caterva gobiernista, que sigue paso a paso,
el cadáver de un héroe que va para el panteón.
Una muchacha tiende rotundo y blanco brazo,
señalando en las nubes el vuelo de un avión...

Vapor caliginoso levanta de la tierra.
La comitiva marcha, rezumando sudor.
Y un perrito bull-terrier encima de una perra,
afánase y jadea... para mirar mejor.





Temas

Para Mario Mariscal

No haremos obra perdurable. No
tenemos de la mosca la voluntad tenaz.

Mientras haya vigor
pasaremos revista
a cuanta niña vista
y calce regular...

Como Nerón, emperador
y mártir de moralistas cursis,
coronados de rosas
o cualquier otra flor de estación,
miraremos las cosas
detrás de una esmeralda de ilusión...

Va pasando de moda meditar.
Oh, sabios, aprended un oficio.
Los temas trascendentes han quedado,
como Dios, retirados de servicio.
La ciencia... los salarios...
el arte... la mujer...
Problemas didascálicos, se tratan
cuando más, a la hora del cocktail.

¿Y el dolor? ¿y la muerte ineluctable?...
Asuntos de farmacia y notaría.
Una noche —la noche es más propicia—
vendrán con aspavientos de pariente,
pero ya nuestra trémula vejez
encogeráse de hombros, y si acaso,
murmurará cristianamente...
Pues...





La conversión

Prólogo

Pensamos que ya era tiempo de ser románticos,
y entonces
confeccionamos un paisaje ad-hoc,
saturado del más puro idealismo,
y barnizamos la luna
de melancólico color.

Adquirimos también
una patria y un dios
para los usos puramente externos
del culto y del honor.

(Vertimos por la patria
medio litro de sangre;
comulgamos con ruedas de molino
por el amor de Dios.)

¡Ah!... y teníamos una dama
propia para el corazón.
Usaba las manos blancas,
un albo cuello de cisne
y los ojos insolubles
a la temperatura del alcohol.

Era una dama Capuleta,
hábil para charlar en el balcón.

Naturalmente, Chopin
y algunas otras cosas similares,
nos hicieron llorar más de una vez,
pero justificamos nuestro llanto
con el capcioso: ¿Quién que es, no es?

Y otras veces
llorábamos también por la exquisita
banalidad de nuestra vida
ida.
Cuando
vicios, virtudes y personas notables
bailoteaban
sobre la cuerda de nuestra ironía,
como muchachos locos, en la escuela,
o como tiples en la pasarela.

Y al fin fuimos cristianos
por esnobismo.
Necesitábamos precisamente
algún egregio sembrador de dudas
y en un baile de máscaras
la rubia Magdalena nos presentó a Jesús.

Y sucedió, porque al atardecer
las pasiones jocundas acallaron
su estentóreo fulgor de dinamita.
Éramos mansos de corazón
y la carne del Cosmos era de una
estupenda belleza hermafrodita.





Inútil divagación sobre el retorno

Más adoradas cuanto más nos hieren
van rodando las horas,
van rodando las horas porque quieren.

Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted,
su perfume, su acento,
una lágrima suya que mitigó mi sed.

El oro del presente cambié por el de ayer
la espuma… el humo… el viento...
Angustia de las cosas que son para no ser.

Vivo de una sonrisa que usted no supo cuándo
me donó: Vivo de su presencia
que ya se va borrando.

Ahora tiendo los brazos al invisible azar;
ahora buscan mis ojos con áspera vehemencia
un prófugo contorno que nunca he de alcanzar.

Su perfume, su acento,
una lágrima suya que mitigó mi sed.
¡Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,
si usted, una vez más, volviera a ser usted!





Este ensiemplo demuestra
que no solamente de mujeres
pueden los hombres hablar

Entonces llegó ella, exactamente ella
luciendo un estruendoso vestido carmesí.
Lujo asiático —dije— pero está usted muy bella...
y ella, naturalmente, me contestó que sí.

Si usted me permitiera, yo le daría mi nombre;
soy un hombre de pluma y me llamo Renato,
lo de la pluma es subsidiario en el hombre
mas tengo un porvenir color permanganato.

Ella me dijo entonces una frase inefable
que por razones obvias no quiero recordar;
permita usted, por tanto, que de esto no le hable.

Pero hay otras cuestiones acerca de las cuales
sin desdoro ninguno podemos divagar:
La Vida… el Comunismo… las partes genitales...





Tardía dedicatoria
al primero pero ya difunto amor del fabulista

Tiempos en que era yo adolescente
y el señor don Porfirio presidente
y Dios nuestro señor, omnipotente...

I

Tiempos en que era Dios omnipotente
y el señor don Porfirio presidente.
Tiempos —ay— tan lejanos del presente.
Cándida fe de mi niñez ingrata
muerta al nacer, en plena colegiata
viendo folgar a un cura y una beata.
Ciencia y paciencia que aprendí en la escuela
de la mosca impertérrita que vuela
sobre calvas del tiempo de mi abuela.
Arte de ver las cosas al soslayo,
cantar de madrugada como el gallo,
vivir en el invierno como en mayo
y errar desenfadado y al garete
bajo este augurio: ¡Lo que usted promete...!,
y en la raída indumentaria un siete.



II

Tiempos en que era Dios omnipotente
y el señor don Porfirio presidente.
Tiempos en que el amor delicuescente
y delicado y delictuoso hacía
un dechado en cada hija de María
de flores blancas y melancolía.
Tiempos en que el amor usaba flechas
y se invitaba al coito con endechas.
Tiempos de ideales y de frases hechas.
¿Quién no insinuó a su prima con violetas
u otra flor, esperanzas tan concretas
cual dormir una noche entre sus tetas...?
Bizarra edad que puso cuello tieso
y corbata plastrón a mi pescuezo
y me inhibió a la alegría y al beso.



III

Novia insolvente: por tus medias rotas
vertí de llanto las primeras gotas...
En mi recuerdo como corcho flotas
cuando laxa de amor y complacencia,
en un cuarto de hotel y en mi presencia,
te lavabas el árbol de la ciencia
perdida ya tu condición virgínea.
Perdón si en actitud antiapolínea
besé tus muslos y aflojé la línea.
Llanto que derramaste, amargo llanto,
ira, dolor, remordimiento, espanto...
Lo que perdiste no era para tanto.
Tiempos en que era yo adolescente
y el señor don Porfirio presidente
y Dios nuestro señor, omnipotente...





Canción de cuna
para adormecer niños muy despiertos

El pescado grande se come al chiquito
mas banquero grande pare banquerito.

El pescado grande cómese al chiquito
y el marrano grande pare al marranito.

El peral da peras y el nopal da tunas
y por las ventanas de los rascacielos
absorben fortunas
banquerillos magros y gordos banqueros.

El pescado grande se come al pez chico
y al pobre pendejo le devora el rico...

El banquero tiene las nalgas enjutas
de tanto mecerlas en muelle sillón.
Duérmete mi niño... Ahí vienen las putas
a darte la teta o el biberón...

El pescado grande se come al chiquito
mas banquero grande pare banquerito.

Rascacielos negros, rascacielos rojos
por arriba calvos, por abajo cojos...
Duérmete criatura, duérmete y no gruñas
que viene el banquero con sus largas uñas.

Duérmete pequeño y ya no hagas gestos.
Duérmete y reposa cual si fueras sordo
que pronto... un día de estos
los peces chiquitos comerán pez gordo...





Epístola a una dama
que nunca en su vida conoció elefantes

Hay elefantes blancos que no son comunes;
son como la gallina que pone huevo en lunes.

En realidad, los elefantes
no tienen la importancia que nosotros les dimos
antes.

Son como una señora con los senos opimos
los pobres elefantes.

El símil no es exacto pero da bien la idea:
el elefante tiene su trompa y la menea
con el flácido ritmo que la dama sus senos...
Y se parecen mucho aunque usted no lo crea.

El símil no es exacto pero eso es lo de menos.

Dice un proverbio indio: “Haz que tu amada ostente
la gracia quebradiza de un joven elefante...”

He allí un símil, señora, un sí es no es imprudente
y clásico, no obstante.

Cuando usted me decía: Yo no creo en elefantes...
abrigaba  mis dudas.

Opiniones ajenas no son siempre bastantes:
la jirafa, el camello, ciertas aves zancudas
son menos admisibles. Como dije a usted antes
gusto hablar de animales con el pelo en la mano.

Como errar es humano
perseguí paquidermos por los seis continentes
—el antártico incluso— por verdades fehacientes
en dinero y cuidados no paré nunca mientes.

Hay elefantes blancos pero no son comunes;
son como la gallina que pone huevo en lunes.

Los usan en los circos y en las cortes fastuosas
para atraer turistas y algunas otras cosas.

Los elefantes son, más comúnmente, grises:
a veces son gris-rata, a veces son gris-perla
y tienen sonrosadas como usted las narices.

Cuando miro elefantes, siento anhelos de verla
y estrecharla en mis brazos, como en tiempos felices…

Los elefantes son, más comúnmente, grises...
Un rajah de la India, por razones que ignoro,
arrancó los colmillos a su fiel proboscidio
quien se puso ipso-facto, dentadura de oro
y murió ipso-facto... ¿fue piorrea? ¿fue suicidio...?

¿Un rajah de la India? Eso sí es hilarante, hilarante
sobre todo en el cine con un buen comediante...

Un defecto, no obstante
tiene —justo es decirlo— el amigo elefante:
la epidermis que cubre su maciza estructura
es tan dura, tan dura
que adecuarse no puede a la industria del guante.

De otros puntos de vista el amigo elefante...
es tan útil, señora,
como un cambio de dieta a un estómago enfermo...





El cumplido funcionario

Falleció el funcionario de un maligno tumor,
de un tumor canceroso en su ancho nalgatorio
contraído en diez lustros de trabajo creador
culi-atornillado detrás del escritorio.

El personal adscrito con varias actitudes
el cadáver del jefe acompaña al panteón.
Hay algunos que ensalzan sus ocultas virtudes.
Otros hay que murmuran: Era un buey y un cabrón.

Ya el difunto desciende al seno de la Tierra
mientras aúlla frases un fúnebre orador...
Y un perrito fox-terrier encima de una perra
afánase y jadea... para escuchar mejor...





El líder

El líder camina con paso de pato.
No es que sufra callo
ni estrecho el zapato
es que así es su andar
y con él desfila el primero de mayo
y en las noches entra a su dulce hogar.

Al líder le sobra dinero: cuotas
y otras prestaciones del trabajador
le brindan queridas, maricas, madrotas;
vicios de banquero, goces de hambreador.

La vida del líder es sólo un prurito
contumaz y terco de actos-de-adhesión;
de guiar su manada servil y obediente
y escuchar el grito:
“Gracias… gracias… gracias…
Señor Presidente”
traseros en alto, en la procesión.





Burguesa

Estoy muerto de risa porque tú me has dejado...
y es que mucho se aprende después de haber paseado
del brazo y por la calle con el proletariado.
No creí que favor tan ruin se me negase...

¡Acostarte conmigo...! Pero está bien.
                                                                       No le hace.
Es que tienes muy poco espíritu de clase.

Yo practico el amor por los viejos resquicios...
Burguesa mojigata trufada de prejuicios...
¿Solicitar tu mano...? No conozco esos vicios...





El mago

El mago tenía dos hijas tan bellas... tan bellas
que el gobierno en masa andaba tras ellas.

Muchachitas serias pese a sus deslices
las niñas amaban los cabellos grises...

(Cabellera gris, emblema argentino)
¿Ricachón precoz...? Si acaso Tintino.*

Las hijas del mago en íntimo ambiente
bailaron desnudas ante el presidente.

¿Sufragio efectivo? ¿Democracia? ¿Amor?
Ya el mago no es mago, es gobernador...

* Tintino: acaudalado y joven banquero de mediados del siglo XX. [N. del A.]





El diputado

Con la boca, reseca, reseca
y el cabello erizado, erizado…
corretea de la seca a la meca
el presunto señor diputado.

Trasudando sufragio-efectivo
caga sangre el señor diputado
al pensar que pudiese algún vivo
comerle el mandado…

Ya en la paz del congreso descansa
triunfador el señor diputado
bien repleto el bolsillo y la panza
y en la boca fruncida, un candado.





El almirante

Ese gran almirante de la calle de Azueta
que cantaba las glorias de la marcha hacia el mar
era aquel tenientillo de corbata o corbeta
que alguna vez nos quiso dizque alemanizar...

Del pirata extranjero es lacayo oficioso
y en las aguas del Golfo al de casa posterga.
Y por eso hoy pedimos ante un juez contencioso
que cual torpe grumete se le mande a la verga...





Absolución

La joven artista exhibe sus tetas
partes integrantes de su profesión
arriesgando —claro— que curas ascetas
le nieguen los goces de la comunión...

La joven artista de ondulante nalga
penetra a la iglesia en mala ocasión.
El cura la increpa, le grita que salga,
que libre a los fieles de la tentación...

La joven artista desnuda y contrita
en la sacristía se llena de unción.
La sotana alzada, el santo curita
beatíficamente da su absolución...





El señor magistrado

A la memoria de Rubén Jaramillo
y su familia

El señor magistrado expedita expedientes
con criterio cretino pero afilados dientes...

Se delibera en pleno —senténciase en privado
para halagar al rico y fregar al fregado.

Con la solemne toga y el birrete cuadrado
es un costal de mañas el gordo magistrado.

Obrero, campesino, pueblo desamparado
sólo fusil en mano no serás humillado...

¿Dónde está la Justicia...? Debajo de una mesa
contempla al magistrado que eructa y que bosteza...