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La calavera garbancera o Catrina. |
La
celebérrima “Catrina” es una figura originalmente llamada “La Calavera
Garbancera” —con esta palabra se conocía entonces en México a las personas que vendían
Garbanza y que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, ya fueran
españoles o franceses (este último más común durante el Porfiriato), renegando de su propia raza, herencia y cultura—, creada por José Guadalupe Posada y
bautizada por el artista Diego Rivera, quien la dibujó en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde la calavera acompaña a su creador,
José Guadalupe Posada.
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Detalle de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1946-1948) de Diego Rivera. |
I.
Durante el Día de Muertos es
común referir en México que se trata de “el único país del mundo que venera —y
al mismo tiempo, se burla— de la Muerte”.
Octavio Paz, en su ensayo “Todos Santos, Día de muertos” que aparece en el libro de El laberinto de la Soledad analiza la concepción de la muerte desde la
perspectiva mexicana, y entre otras cosas escribe: “Para el habitante de Nueva
York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque
quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia,
duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más
permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los
otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con
impaciencia, desdén o ironía: ‘si me han de matar mañana, que me maten de una
vez’.
[...] Nuestras canciones,
refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca
que la muerte no nos asusta porque ‘la vida nos ha curado de espantos’. Morir
es natural y hasta deseable; cuanto más pronto, mejor. Nuestra indiferencia
ante la muerte es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida. Matamos
porque la vida, la nuestra y la ajena, carece de valor. Y es natural que así
ocurra: vida y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde
significación, la segunda se vuelve intrascendente. La muerte mexicana es el
espejo de la vida de los mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las
ignora.
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Bandera alusiva al Día de Muertos, hecha con papel picado. |
El desprecio a la muerte no está reñido con el culto que le profesamos. Ella está presente en nuestras fiestas, en nuestros juegos, en nuestros pensamientos. Morir y matar son ideas que pocas veces nos abandonan. La muerte nos seduce. La fascinación que ejerce sobre nosotros quizá brote de nuestro hermetismo y de la furia con que lo rompemos. La presión de nuestra vitalidad, constreñida a expresarse en formas que la traicionan, explica el carácter mortal, agresivo o suicida, de nuestras explosiones. Cuando estallamos, además, tocamos el punto más alto de la tensión, rozamos el vértice vibrante de la vida. Y allí, en la altura del frenesí, sentimos el vértigo: la muerte nos atrae.
Por otra parte, la muerte nos
venga de la vida, la desnuda de todas sus vanidades y pretensiones y la
convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable. En un mundo
cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo único valioso es la muerte.
Pero afirmamos algo negativo. Calaveras de azúcar o de papel de China,
esqueletos coloridos de fuegos artificiales, nuestras representaciones
populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e
insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos,
comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten
canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa
fanfarronada familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos:
¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos
la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me
importa la vida?”
II.
Como aficionado de la
literatura satírica, concebí la idea de realizar una breve selección de
“calaveritas”.
Primeramente, revisé en la red
las contemporáneas, y me percaté de lo que señala el escritor mexicano, Juan Domingo
Argüelles —en su texto “La adulteración de las calaveras”, publicado en la Jornada Semanal el 2 de noviembre de 2003 (núm. 452): “Todos los años, cuando se
acerca el 2 de noviembre, o sea el Día de los Fieles Difuntos, aparecen por
todos lados (¡hasta en las secciones de espectáculos de los diarios!) los
versificadores espontáneos, presuntos autores de calaveras, este subgénero
satírico que tuvo sus inicios en los últimos años del siglo xix, pero que
posteriormente, salvo excepciones, acabó falseándose, adulterándose hasta pasar
de la sátira social al elogio descarado acerca de políticos y figuras públicas
y comediantes y actricillas de la farándula televisiva, de modo tal que en vez
de censurar los vicios de los aludidos, y por los cuales se deberían ir en vida
a la tumba, se desnaturalizó dicho sentido crítico y, contrarias a su intención
original, las calaveras terminaron por alabar, celebrar, festejar las dudosas
virtudes de los calavereados. (Y año con año, hasta los políticos más
desprestigiados aspiran a ser saludados lisonjera y aduladoramente por algún
barbero de quinta.)”
Así, no sólo su “espíritu”,
sino también su estructura “tradicional” se vieron afectados —el propio
Argüelles puntualiza que eran “versos festivos (...) imprescindiblemente
satíricos, para nada lisonjeros, perfectamente medidos (ocho sílabas cada uno,
es decir octosilábicos), en estrofas de cuatro versos y con rimas consonantes
en al menos dos versos alternados cuando no en los cuatro.”
Sin demeritar los textos que se
escriben en la actualidad —los cuales a mí no me convencen totalmente—, opté
por indagar en los precursores de esta tradición, íntimamente ligada con el
arte gráfico popular —el grabado concretamente—, sobre todo en su
popularización, donde las figuras de Manuel Manilla (1830-1895), José Guadalupe
Posada (1852-1913) y Antonio Vanegas Arroyo (1850-1917) se establecieron como modelos.
La calavera literaria.
La
calavera literaria, también conocida como “calaverita” —y antiguamente como
“panteón”—, es una composición satírica de inspiración popular en México, la
cual suele escribirse en vísperas y en el Día de (los) Muertos para ridiculizar
a los personajes de la sociedad.
En
su período más fructífero se difundían impresas —ya en hojas volantes, ya en
publicaciones como gacetas—, acompañadas por dibujos, grabados, litografías... que
con el tiempo se convirtieron en iconos de la cultura popular mexicana.
En
estos “epitafios fingidos”, el remitente, quien a veces funge como de personificación
de la sociedad, es exhibido a partir de sus características físicas y morales.
“Siendo
las calaveras un subgénero poético mexicano, emanado del sentimiento popular,
surge para censurar, criticar, atacar y ejercer la burla contra los poderes
establecidos de todo tipo (político, social, económico, cultural, etcétera), a
manera de festiva revancha contra los que en vida siempre ganan”, escribe Juan
Domingo Argüelles.
Por
su carácter burlesco, las calaveras fueron censuradas en la época colonial.
Sobre
el origen de esta tradición, Carmen González apunta en su texto Son las calaveras literarias una manifestación de la cultura popular que se publicó el 16 de octubre de 2008
en el periódico El Sol de Tlaxcala
que “durante el período colonial, las calaveras se vinculaban con la Madre
Matiana o del Espíritu Santo —quien era una ‘santa’ originaria de Tepozotlán
que hacía milagros y predecía el futuro—, a la que se atribuían profecías y
epitafios que se transmitían oralmente.”
Manuel
Manilla y José Guadalupe Posada trabajaron en el taller del editor Antonio
Vanegas Arroyo, donde por medio de sus diversas publicaciones se popularizó la
sátira de las calaveras literarias.
Los
dibujos desempeñaron un papel trascendental, debido a la falta de educación de
la mayoría de la población.
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Calaveras Desvalorijadas al trabajo fecundo y creador del Taller de Gráfica Popular (1945). |
Más
tarde, el Taller de Gráfica Popular
fundado en 1937, retomó la impresión de “calaveras”, así como la tradición
mexicana de caricaturizar y ridiculizar a los políticos y otras figuras
populares mediante rimas sencillas.
En
la actualidad abundan las instituciones que convocan al público
a participar de concursos.
Periódicos,
revistas... también aprovechan para publicar en sus espacios algunas calaveras,
donde los integrantes de la cúpula del poder son los destinatarios preferidos
de sus burlas —más cómicas que satíricas.
En las escuelas los profesores encargan a los alumnos su ensayo como mero ejercicio.
Ingenios
espontáneos improvisan composiciones de este tipo que remiten tanto oralmente
como escritas a familiares, amigos, compañeros de trabajo...
Los
recursos tecnológicos de esta época se emplean para la creación y difusión, sin
que esto suponga calidad.
Así,
durante algunos días, la gente transgrede lo establecido —aunque sea de modo
ficticio— como si formara parte de un carnaval, y ataca a los poderosos desde
su impotencia, mientras instala altares en el hogar para honrar a sus difuntos,
visita las ofrendas —en el lapso más reciente se montan “mega-ofrendas” donde
se congregan miles de curiosos—, comulga con otros deudos en los panteones —o
camposantos como se les llama en provincia o en los poblados que han absorbido
las ciudades— con ramos de cempasúchil en las manos, come pan de muerto y
calaveras de azúcar, chocolate, amaranto y enciende velas y derrama lágrimas por los ausentes...
La
finalidad de esta humilde, pero representativa selección de calaveras
literarias tradicionales, es rescatar del olvido y el desconocimiento estos
textos populares que se afianzaron como una de las manifestaciones más espontáneas
de la cultura mexicana —y la corroboración de mis palabras es que incluso un
siglo después, aún con sus respectivas modificaciones, esta expresión sigue
vigente en México.
Abundan
los individuos a los que aflora el “nacionalismo” y se envuelven en la bandera,
pregonando su patrioterismo. Argumentan que hay que conmemorar el Día de
Muertos, y erradicar la celebración de origen anglosajón del Halloween. (Contra el consumismo que ha visto en la Noche de Brujas una
oportunidad inmejorable para lucrar, poco se puede hacer.)
Lo cierto es que es fundamental conocer las tradiciones —que representan el sincretismo de las culturas
que nos conforman: la indígena y la española— para que no desaparezcan.
Breve recopilación de calaveras
literarias.
NOTA: Mi labor en esta empresa ha consistido en recopilar, transcribir e incluso editar —sobre todo, en la corrección y actualización de la grafía de las palabras y los signos ortográficos; manteniendo en muchos casos, los “errores” de las expresiones coloquiales que le dan un sabor particular— algunas “hojas volantes” donde se difundieron las calaveras tanto gráficas como literarias.
Durante mi búsqueda me percaté de que muchas de ellas pertenecen a colecciones como la de Andrés Blastein —Fondo Díaz de León, específicamente—, al mismísimo acervo del Museo Británico, o bien están en manos de galerías y coleccionistas particulares.
Durante mi búsqueda me percaté de que muchas de ellas pertenecen a colecciones como la de Andrés Blastein —Fondo Díaz de León, específicamente—, al mismísimo acervo del Museo Británico, o bien están en manos de galerías y coleccionistas particulares.
Calavera
a los serviles proviene “de un folleto de ocho páginas que está en la
Biblioteca del Museo de Antropología: Oficio de difuntos para sufragio de los
serviles que por nuestra diligencia, patriotismo y misericordia descansan en la
paz del olvido, Imprenta de Doña Herculana del Villar y socios, 1822.” (Gabriel
Zaid, Ómnibus de poesía mexicana, pág. 282):
Calavera
a los serviles.
al
consumarse la Independencia; 1822
Pues que sois unos muertos
indecentes,
no se oiga en vuestras honras
el badajo;
sino que con graznidos
inclementes
canten en vuestra tumba sólo
grajos;
y diga vuestra losa a los
vivientes
en letras que se lean sin
trabajo:
Aquí yacen los pérfidos
serviles,
de sus hermanos duros
alguaciles.
Manuel
Manilla (1830-1895) fue un caricaturista mexicano que murió de tifo, y sobre el
cual no se dispone de muchos datos.
Fue
el precursor de los grabados donde se humanizaba y caricaturizaba a la muerte,
e influenció a José Guadalupe Posada, quien se convertiría no sólo en el más
destacado grabador mexicano sino también en una de las figuras populares más
importantes del México contemporáneo.
Según
Jean Charlot, en sus Escritos Sobre Arte
Mexicano, se conservan quinientos grabados de su autoría, de los que
destacan la “Calavera torera”, la “Calavera tapatía”, “La calavera popular”, “La
calavera” y una especie de Torre Eiffel hecha con esqueletos llamada La “calavera
de la penitenciaria”.
La
calavera popular
Esta sí es la calavera
De los buenos artesanos,
Que les da la enhorabuena
A todos sus hermanos.
Esta es la calaverita
Que nos viene a saludar,
Porque por algo se llama
Calavera popular.
La
Calavera tapatía (1890).
El país tengo recorrido
con mi cuchillo filoso,
y nadie, pues, me ha tosido
tan bien como yo le toso.
Porque aquel que la intención
tuvo en toserme de veras,
rodando está en el panteón
con muertos y calaveras.
Aquí he matado poblanos,
jarochos y toluqueños,
tepiqueños y surianos,
de Mérida y oaxaqueños.
No resiste ni un pellejo
mi cuchillo nuevecito:
He muerto de puro viejo
pues fui en mi vida maldito.
Antonio
Vanegas Arroyo (1850-1917) fue un impresor y editor mexicano, nacido en Puebla,
radicado en la Ciudad de México, en cuya imprenta colaboraron personajes como los
grabadores Manuel Manilla y José Guadalupe Posada; y los redactores Blas Vanegas
Arroyo: “Rubí”, Constantino S. Suárez: “Chóforo Vico”, Francisco Oscar y Ramón
N. Franco.
Fue el editor más popular de su tiempo: gacetas callejeras, corridos, historietas, adivinanzas y publicaciones varias..., entre las cuales quizá las más conocidas son sus calaveras.
Muchos
de los textos que acompañan a las calaveras de Posada se cree que fueron
escritos por Vanegas Arroyo y sus colaboradores.
El
prolífico pintor, ilustrador, litógrafo, grabador, caricaturista... mexicano, José
Guadalupe Posada (1852-1913) es célebre por sus dibujos de escenas
costumbristas, folclóricas, de crítica socio-política, así como por sus
ilustraciones de “calacas” o calaveras, a partir de las cuales consolidó la fiesta
del día de los muertos, debido a sus interpretaciones de la vida cotidiana y
actitudes del mexicano.
Diego
Rivera lo consideró el prototipo del artista del pueblo y precursor del
movimiento nacionalista mexicano de artes plásticas.
Además
de Rivera, influyó en artistas como José Clemente Orozco, Diego Francisco Díaz
de León y Leopoldo Méndez, uno de los fundadores del colectivo de grabadores
mexicanos Taller de Gráfica Popular.
La
calavera del fin del mundo (1899).
El fin del mundo es ya cierto
todos serán calaveras,
adiós a todos los vivientes,
ahora si fue de de veras.
Ya
se acerca el fin del mundo
vamos
a hacer calaveras,
por
nuestros grandes pecados
el
juicio ya se nos llega.
Casi
en vísperas estamos
de
este horrible cataclismo,
esto
será el año que entra
y
todo estará concluido.
Truenos, rayos, huracanes,
relámpagos, torbellinos,
calaveras y esqueletos
verán morir a los vivos.
Todo se debe mover
principalmente la tierra,
de los sepulcros saldrán
corriendo las calaveras.
Debemos de confesarnos
con propósito de veras,
de irnos a la Gloria prestos
aunque seamos calaveras.
Batallas, combates, guerras
sangre que corre a torrentes,
de calaveras y muertos
que mueren por ser valientes.
Es mucho el miedo que tienen
los que ahora se encuentran
vivos
tener que asistir al Juicio,
negocio es comprometido.
Adiós vanidad del mundo
se llegó lo de de veras,
adiós Reyes potentados,
hasta aquí los oropeles.
Adiós duques y marqueses,
adiós condes y varones,
calaveras deben ser,
se acabaron los honores.
Adiós Presidentes todos,
lo mismo los generales,
el mundo toca a su fin,
es preciso el arreglarse.
Adiós amigos gendarmes,
los señores del garrote,
ya no apalearán borrachos
ni armarán tantos mitotes.
En fin, el mundo se acaba,
todos serán calaveras,
pero mientras esto sea
¡que viva la borrachera!
El
gran panteón amoroso (1900).
Leed, pues, este Panteón de los
Amores
Todos los que habitáis aquí en
la Tierra,
Y hallaréis muchos gustos y
dolores
Que el gran secreto de la tumba
encierra.
Aquí van con sus amores
Gozando dos calaveras:
La que en vida fue Dolores.
Y él de apellido Contreras.
Aquí yace un buen torero,
Que murió de la aflicción
De ser mal banderillero,
Silbado en cada función;
Ha muerto de un revolcón
Que recibió en la trasera,
Y era tanta su tontera
Que en el sepulcro ya estaba
Y a los muertos los toreaba
Convertido en calavera.
General que fue de suerte
Y mil acciones ganó
Y sólo una la perdió
La que tuvo con la muerte;
Nadie hay que al mirarle
acierte
Si fue un sabio de tontera,
Hoy es una calavera
Con gorro en verdad montado,
Y aunque esté condecorado
Hoy ya no es lo que antes era.
—Aquí tienen a dos muertos,
Tal cual para cada quien,
Casados por desaciertos,
Paseando y vistiendo bien.
—¿Usted no sabe de amores?
—A según cuando conviene.
—¿Quiere ir conmigo a Dolores?
—Charrito, si aquí me tiene.
—Adiós; no ande de celoso,
—Me cree con los ojos tuertos.
—Si alguno me hiciera el oso
Se contaba entre los muertos.
—No quiero más amistad.
—Mi amor no ha sido quimera.
—Dejadme en la soledad
Y en paz, torpe calavera.
Y aquel charrito celoso
Pudo al fin tragar el queso,
Y con su muerte afanoso
Marchóse a llorar el hueso.
—Métala a la penca, vale
Atórele a los ardores.
Ojas; pero no me jale.
Pas vamos para Dolores.
No he visto mujer más fina.
Pa cantar una canción
Ni en todito el Japón
Ni en todita la China,
Pues canta la muy indina
Con tal aire y tal salero,
Que no hay en el mundo entero
Quien cante bien sus amores,
Como ésta que vi en Dolores
Junto a un sepulcro ratero.
No me eche una rata muerta
Vestida de colorado,
El muerto chino taimado
Que me ha espiado ya la puerta;
Mi calavera no es tuerta,
Y si canto sin quimera
Es hoy por la vez postrera,
Pues pronto la muerte flaca
Ya mero mis restos saca
Y a Dios de mi calavera.
—Con tal de llorar el hueso
Con usted, preciosa güera,
Me va a dar pa copa y queso
Por muerto y por calavera.
La
calavera oaxaqueña (1903).
[Impresa
en las imprentas Arroyo. 1903.]
La calavera valiente
Hoy acaba de llegar;
Todos quítense el sombrero
Que así la deben mirar.
Porque yo soy de Oaxaca
Y no hay hombre para mí,
Y ni a los más desalmados
Las de arriba les pedí.
No tolero que me insulten,
Charlatanes calaveras,
Que yo no soy hablador
Sino valiente de veras.
A cualquiera lo destripo;
No me tiento el corazón.
Y ninguno me haga menos,
Que lo despacho al panteón.
De nadie me sé dejar.
El miedo pa mí no se hizo,
Y a todos meto de golpes
Y
al hecho sin compromiso.
Todos me levantan pelo,
Conmigo nadie se mete,
¡Y sáquense los que quieran
Y vamos chinche al piquete!
En mi tierra no hay cobardes¹:
Ni se rinden ni se rajan,
Y a todos los habladores
En el hoyo los encajan.
Si allí se fueran un poco
Se quitaran lo miedoso
Con el mezcal de pechuga
Y el mole prieto sabroso.
Allí cobrarán valor
Con un vaso de mezcal
Y con simpáticas chinas
De hermosura sin rival.
A mí ninguno me espanta,
Y yo de todos me río,
La prueba es que le he brincado
Al brincador tapatío².
_____
¹ En otra versión se lee el
mexicanismo, “coyones”: cobardes, miedosos.
² Alusión a la “Calavera
tapatía”, y por extensión, a Manuel Manilla.
Rebumbio
de calaveras (1904).
Rebumbio
de calaveras
De catrines y borrachos,
De
viejos y de muchachos
De
gatos y garbanceras.
De
este esqueleto la huesuda mano
Su
fin indica al desgraciado humano.
Esta
muerte inflexible nos señala
Cuál
de la eternidad es la antesala.
Las criaditas en montón
Tan coquetas y habladoras
Ya marchan para el panteón
Muy tiesas y meneadoras.
Remilgosas garbanceras
Con mantecota alisadas,
Se quedan allí clavadas...
Pobres, pobres calaveras.
¿Y los gatos en dos pies?
Quiero decir, los sirvientes
Esos van dando traspiés
Ya calaveras sin dientes.
Es una ley bien tirana
Y no hay quien la haga variar,
Que toda la raza humana
Al panteón ha de ir a dar.
Las rotas de vecindad
Que se hacen el copetón,
Ya la muerte les señala
El camino del panteón.
La viuda desconsolada
Que por su muerto se apura
Va corriendo desolada
A dar a la sepultura.
El sirviente que en sus viajes
Suele siempre dilatarse,
Más ligero que un pluma
Irá al panteón a enterarse.
Aquél que se enriqueció
Siendo un terrible usurero,
Al panteón ha de ir a dar
Con todito su dinero.
El borrachito simplón
Que siempre armaba querella,
Cuando se vaya al panteón
No olvidará su botella.
El indio mantequillero
Que se la echa de formal,
Cuando a enterrar se lo lleven
Irá con todo y huacal.
Aquel viejo narigón
Que fue siempre un atontado,
Se irá solito al panteón
Donde será arrinconado.
El pícaro jugador
Que jugó hasta el pantalón,
En camisa y con sorbete
Llorando se irá al panteón.
El calavera artesano
Que gastó siempre su raya,
Ni quién le rece un sudario
Cuando ya al panteón se vaya.
El médico, el cura, el loco,
El poeta, el artesano,
Todos irán poco a poco
Caminando al camposanto.
Las costureras de modas
Y las de encuadernación,
Marcharán llorando todas
A las puertas del panteón.
Una
calavera chusca (1905).
Una calavera chusca
Dedicada a las placeras,
Tortilleras, verduleras,
Y toda gente de lucha.
A varilleros de blusa,
Tenderos y carniceros,
Ahí les va su calavera,
Con ellos voy a hacer chusa.
Comenzaremos señores,
Con Juana la tortillera
Que vende buenas tortillas
Pero están tan amarillas
Que dicen que es calavera.
Hay un puesto allí de trastos
Con jarros y con cazuelas,
Su dueña se llama Antonia
Y como siempre está mona
Ya parece calavera.
Hay un gran puesto de papas
De Doña Rita la güera,
Que las vende muy podridas
Por lo que siempre está en riña
Y le dicen calavera.
Junto de ese puesto está
Rosita la camotera
Que vende ricos camotes
Pero tiene unos dientotes
De mula ya calavera.
Parece que estoy mirando
A Florencia la frutera
Con melones y guayabas;
Como siempre está tomada
Ya parece calavera.
El tocinero Jesús
Vende carne de ternera;
Asegura que es de puerco
Pero se ve que es de perro
Y por esto es calavera.
En un puesto que hay de carne
Está Lupe la tripera
Que vende muchas cabezas;
Aunque algunas apestan
Dice que ella es calavera.
Doña Antonia la Gamuza
Muy fachosa carnicera
Con tripas y con mollejas
Siempre apestosas y viejas
Le han puesto la calavera.
En chiles y jitomates
Comercia Doña Manuela,
Que hasta mismo su marido
Que le hace muy bien el ruido
Le dice que es calavera.
Sigue pues Doña Agapita
Muy antigua recaudera
Comercia en coles y nabos
Y están tan agusanados
Que le han puesto calavera.
Enfrente de ella se sienta
Petronila la pollera,
Vende gallinas peladas
Y las realiza tan caras
Por lo que ya es calavera.
Hay un puesto allí muy grande
De Don Pedro Triquiñuela
Que tiene cecina buena,
Pero la vende tan tiesa
Que le han puesto calavera.
Haciendo está siempre bola
El carnicero Varela,
Su barbacoa es de lo bueno
Y muy suaves sus morongas
Pero él ahora es calavera.
Una tal Doña Lorenza
Que le dicen la huevera
Es cierto que lleva huevos,
Pero los vende tan güeros
Que se ha vuelto calavera.
Otro puesto está adelante
De Agapita la quesera
Que aunque los lleva en canasta
Todas dicen en la plaza
Que se volvió calavera.
Esta
es de don Quijote la primera¹ (1905).
[En la
parte inferior de la hoja aparece la siguiente advertencia: “El que quiera leer esta hoja suelta / Cinco
centavos es lo que cuesta.”]
Esta es de don Quijote la
primera,
La sin par, la gigante calavera.
A confesarse al punto el que no
quiera
En pecado volverse calavera.
Sin miedo y sin respeto ni a
los reyes
Este esqueleto cumplirá sus
leyes.
Aquí está de Don Quijote
La calavera valiente,
Dispuesta a armar un mitote
Al que se le ponga enfrente.
Ni curas ni literatos,
Ni letrados ni doctores,
Escaparán los señores
De que les dé malos ratos.
Sin respetar el talento
Ni el dinero ni la gloria,
De todo humano elemento
Formaré en solo un momento
Una inmensa pepitoria.
De mi potente pujanza,
nadie escaparse podrá,
pues al filo de mi lanza
hay que perder la esperanza
de que alguno vivirá.
No hay pues, que hacerse
ilusiones
y prevenid la mortaja,
pues tengo las intenciones
de rellenar los panteones
de muertos con o sin caja.
Me gustan los lagartijos
que se la echan de elegantes,
y que sin tlaco en la bolsa
van de sorbete y con guantes.
De ellos no quiero dejar
ni señales, ni semilla,
que haré polvo imperceptible
hasta su última canilla.
Del Jokey Club afamado,
ni un socio se ha de escapar,
que sus flacos esqueletos
pelados he de dejar
Y por fin la emprenderé
con denuedo temerario,
con todos los que se ven
de nombre en el calendario.
A las Auroras y Anselmos
declaré cruda guerra,
y sus huesos dejaré
hechos un montón de tierra.
De los Celsos y las Conchas
las calaveras serán,
un infalible especificó
para curar de las ronchas.
Los Darios y Doroteas
haré que anden a carreras,
buscando sus calaveras
que han de ser de las más feas.
Franciscos y Felicianas
que hacen de alegres alarde,
al panteón han de ir a dar
aunque se les haga tarde.
Las Emilias presumidas
y los Enriques fachosos,
recogerán presurosos
sus canillas carcomidas.
Las Gertrudis y Gabinos
por mustios y por troneras,
quieran o no, han de ser
sólo inmundas calaveras.
Los Herculanos valientes
y las Herminias felices,
se quedarán con los dientes
pelados como maices.
Los Jacintos retobados
y las Jacobas traidoras,
serán, llegadas sus horas
puros huesitos pelados.
Las Leonides guapetonas
y los Leones presuntosos,
se convertirán en unos
esqueletos asquerosos.
Manuelas y Marianitas bailarán
al mismo son el jarabe
de los muertos a las puertas
del panteón.
Los alegres Nicanores
y las Norbertas pintadas,
irán a ser a Dolores
calaveritas peladas,
Las Onorinas famosas
y los Octavianos pulidos,
en esqueletos roñosos
se han de mirar convertidos.
Las Paulas y los Pedritos
que anduvieron siempre juntos,
ya no se separarán
estando
cen
los difuntos.
Las Quirinas salerosas
y los Quintines borrachos,
hasta muertos han de ser
solamente mamarrachos.
_____
¹ No confundir ésta con “La
calavera de Don Quijote”, donde también figura el grabado.
La
calavera monetaria (1905-1907).
¡Ya fallecieron los pesos
Y murieron los tostones!
Desde hace tiempo sus huesos
Son polvo allá en los
panteones.
Ya jamás veremos esos
De “Balancitas” llamados,
Tan grandotes y tan gruesos;
Pura platota, y pesados.
Felices tiempos pasados
En que cualquier calavera
Buscaba quién le quisiera
Cambiar por los arrugados
Y remugrientos de Banco.
Todos iban al estanco
A cambiar por un billete,
Por guardarle fácilmente;
Porque la plata pesaba
Y en cantidad estorbaba...
De arrancarse los cabellos
Y volverse calavera,
Si en serio alguien nos dijera
En los gratos días aquellos,
Lo que nos iba a pasar
Con nuestros lindos troqueles,
Que nadie quería cambiar
Ya su plata por papeles
Y que aunque nos estorbara
Con gusto se cargaría,
Chula plata, que hoy en día
Se hace cada vez más rara...
¡Ay, calaveras, les pido,
Llevadme, pues que sois buenas;
Que hay muertos que no hacen
ruido
Y son mayores sus penas!
De esta vida las cadenas
Romped con vuestras canillas,
Haciéndome el cráneo astillas...
Contemplando las escenas
De este mundo y sus miserias,
Las gentes se ponen serias
Y revientan de fastidio;
Apelan luego al suicidio
Hasta familias enteras...
Cansados del sufrimiento
Prefieren, en un momento,
Convertirse en calaveras.
Y todo porque la plata,
¡qué lata!, la plata, ingrata
Rumbo al norte se levanta,
Porque algún “coco” la espanta,
Y de abandonarnos trata,
Voluble más que una gata,
Orgullosa cual Zapata;
Si en volver más se dilata,
Vamos a estirar la pata
Y a quedarnos casi en bata...
¿No hay quien ese mal combata?
La plata se va... (¡qué lata!),
El mundo se desbarata...
¡No nos abandones, plata,
Te lo suplico de veras!
Si sigues haciendo falta,
Nos volverás calaveras...
No me caigo de la reata
Que tengo ___¹ más en “ata”.
Los pesos de hoy son tostones
Del tiempo de mi abuelito...
¡Con razón están a “quinto”
Los ___² más raspones!
¿Qué dicen de las de veinte?
¿Y los décimos?... ¡Dios santo!
Un mal que ya dura tanto,
¿Qué enfermo se los resiste?
¡Los Aztecas!... ¡tepalcate!
¡Entretiene gentes tontas!
¡Cuando cual “tejas” de antes,
Esas relucientes onzas!
¡Una onza de “a dieciséis”!
¡Esos pesos de ocho reales!
Y entonces, recordaréis,
Los níqueles infernales
No asomaban las narices.
Y qué boruca se armó
Cuando ese manco González
El níquel nos empujó...
¡Lo tiraron a costales
Y se pusieron furiosos!
Pero hoy... ¡que vengan los males!
Se acabaron los “panteras”,
Todos somos ya “nahuales”
Y vivientes calaveras...
Dentro de poco la plata
Con microscopio veremos
Y tan sólo así sabremos
Si no metemos la pata
Dando uno de a dos cincuenta
Por diez fierros, o un azteca
Por un bronce, ¡qué desgracia!
¡Todo por los extranjeros
Que explotan nuestros dineros
Allá a tan larga distancia,
Donde viven codiciosos,
Donde un pedacito de oro
Pone al “”hombre” tan furioso
Que se olvida del decoro!
¡Oro!, metal amarillo...
¡Conque amarillo no fueras!
¡Color del desprecio, pillo,
Que haces tantas calaveras!
Me gusta a mí más la plata
De los cabellos de un viejo,
Que con su sabio consejo
Del peligro nos aparta.
¡En fin, de todas maneras
La plata nos abandona,
Se la llevó la pelona,
Para moldear calaveras!
_____
¹ y ² Me ha resultado imposible
identificar ambas palabras en el material del que dispongo.
Calaveras
del montón (1910).
[Número
1. Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo.— 2ª Calle de Santa Teresa, Número
43.—México año de 1910.]
Es la vida pasajera
Y todos pelan el diente,
Aquí está la calavera
Del que ha sido presidente.
También la de Don Ramón
Y
todos
sus subalternos
Son como buenos Gobiernos
Calaveras del montón.
No caven ya en el Panteón
Es mucha la guesamenta,
Entre ellas también se cuenta;
La de Landa y Escandón.
Que les prendan sus ciriales
A nombre de la Nación
Al cabo que son iguales;
Calaveras del montón.
Las otras son de Oficiales
Sin ninguna distinción,
Coroneles... Generales
Y jefes de división.
Mayores con charreteras
Capitanes de Instrucción,
Toditos son calaveras
Calaveras del montón.
A la vez los ayudantes
Con todito su Escuadrón.
Y siguen los Aspirantes:
Calaveras todas son.
Calavera es el Teniente
Y también la reclusión,
Y lo mismo el subteniente
Calaveras del montón.
Esto sí que es un recreo
Nadie de morir se escapa
A las muertes con su capa
Diciendo misa las veo;
Y responsos para el Papa.
Ya le prendieron sus ceras
Y se hayan en oración
Calaveras del montón.
También al fuereño toca
Su partesita en la fiesta,
Que por abrir la boca;
Un eléctrico lo acuesta.
Estas sí que son tonteras
El andar en la función,
Toditos son calaveras
Calaveras del montón.
Muchos hicieron corajes
Y sucumbieron de enojo,
Fueron grandes personajes:
E hicieron todo a su antojo.
Como fieles y constantes
De su patria en la Nación;
A hoy los representantes
Calaveras todos son.
Empezamos por el chino
Y vamos viendo después,
Que al llegar a su destino:
Murió con el Japonés.
La china fue la primera
Un representante envió,
Y se quedó calavera;
De tantas cosas que vio.
España un enviado dio
Que fue especial y muy fiel.
Pues al momento cumplió,
Con el encargo del Rey.
Tu persona placentera
Va en mi representación,
Pero quedó calavera
Calavera del montón.
Los valientes tiradores,
Soldados de artillería
Juntos con los zapadores;
Calaveras son en este día
El soldado de primera
Y el cabo de pelotón;
Con su horrible calavera
Espantan en el panteón.
Calaveras por millares
Se van contando por ciento
Todos fueron militares,
Y pasaron por sargentos
Comandantes de sección
Que se numere la hilera
Que grite la calavera:
Ya estamos en el panteón.
Ya se llenó el panteón
No queda ni un abujero,
Pues se cuentan por montón;
Calaveras por entero.
Hoy el sepulturero
Escarba como una fiera,
Y busca la calavera:
De Don Francisco Madero.
Que de pesar se murió
Sin encontrar a la suerte;
La muerte se lo llevó
En su lomo como fuerte.
Madero murió inocente
Pero quedó la madera
Por querer ser presidente
Lo volvieron calavera.
Todo charlatán pulquero
Que a mujeres engañó,
Calavera se volvió;
Tan solo por embustero
Aquél que vendió su queso
Con la muerte allá en la plaza,
Se ha quedado como tieso
Calavera de sus casa.
El vendedor de las peras
Los saca muelas chorriados,
Se han quedado calaveras;
Y con los dientes pelados.
Y aquellos que se murieron
Enfermos del corazón,
Ya sus velas les prendieron;
Calaveras del montón.
Ya las inditas placeras
No hicieron buena fortuna,
Por andar vendiendo tuna;
Se volvieron calaveras.
Lo mismo el del chicharrón
Y todas las enchiladeras;
Son roídas calaveras;
Calaveras del montón.
Calaveras
del montón (1910).
[Número
3.]
Pasé por la primavera
Y me llamó la atención
El ver una calavera,
Que trajeron del panteón.
Daba pena y tentación,
Mirar que pelaba el diente
Era el dueño, el patrón;
Oh sin duda el dependiente.
Al otro lado un empeño
Mucha fue la admiración,
Tendido estaba su dueño,
Y
con
velas el cajón...
Este que fue empeñero,
Robaba sin compasión
Que por amar el dinero;
Calavera es del montón.
Adelante el carnicero
En la mano un ___¹
Más allá el tocinero;
Con su hediondo chicharrón
Estos pronto se murieron
Y se fueron al panteón,
Calaveras se volvieron;
Calaveras del montón.
En la esquina un pulquero
Tomando de compromiso,
Al otro lado del piso
Le acompaña un jicarero.
Brindo porque lo quiero
Decía con amor profundo...
Hoy calavera es el primero,
Y le acompaña el segundo.
El vicioso zapatero
Que alegre se emborrachó,
Por andar de pendenciero;
Hasta la suela perdió
En la calle se pelió
Pues insultaba a cualquiera,
Otro como él lo mató
Y ahora ya es calavera.
Han comido mala suerte
Los hambrientos pulqueros,
Ya se los llevó la muerte;
A toditos por entero...
Se volvieron calaveras
Sentados en un sillón,
Y como estaban tan fieras
Los quemó la cremación.
No corras tanto Madero
Detén un poco tu trote,
Porque con ese galope,
Te volviste naranjero.
Ya no corras... detente
Acorta ya tu carrera,
Que te gritará la gente:
¡Ah que horrible calavera!
Madero, en esta ocasión
Es mucho lo que has corrido
Perdiste ya la razón,
Y en muerte te has convertido.
Ahora tu filiación
La tiene el nuevo partido:
Tu calavera han metido,
Al horno de cremación.
Adonde está tu viveza
Millonario y con dinero.
Alza un poco la cabeza;
Y dale vuelta al tintero,
Te llevan a la prisión
Más comiendo que de prisa,
Ya te volvió ceniza...
El horno de cremación.
De tu ruída calavera
No queda ya ni pedazos
Al horno fue la primera,
Y se quemó a
Tu huesamenta hecha trizas
La metieron al
Ahora sí que ni cenizas;
Encoger la cremación.
Por valiente el panadero
Y por andar de bribón,
Junto con el bizcochero;
Tristes calaveras son...
Lo mismo es el dulcero
Y el que vende macarrón,
Uno y otro parrandero:
Calaveras del montón.
Quiero que sepan mi cuita
Porque el gañote me tuerzo,
Si quieren su propinita
No se olviden de este verso...
El decirlo no quisiera
Pues me duele el corazón,
Pero esta pobre calavera,
Los saluda en el montón...
En todas las fiestecitas
Se debe tener cuidado,
Que los crueles motoristas;
A mucha gente han matado.
Que sigan con esa tontera,
Que los espera el panteón
Todos hechos calaveras
Saliendo de la prisión.
Se acabaron los prensistas
No hay encuadernadores,
Se murieron los cajistas;
Ya no quedan impresores.
Con todos los escritores
Bailando la sandunguera,
Se volvieron calavera
En el panteón de Dolores.
Los toreros como sabios
Sufrieron su revolcón,
Vengó el toro sus agravios,
Los mandó para el panteón.
También a los del exprés
Y empleados de papelera
Sin brazos, manos ni pies
Los volvieron calavera.
El mundo va a terminar
Por el cólera enfurecido,
Que sea pues bien venido.
Si nos tiene que tocar,
Pues decirlo no quisiera
Me causa desesperación
Porque tenemos que ser
Calaveras del montón.
_____
¹ Me ha resultado imposible identificar
esta palabra en el material del que dispongo.
Remate
de calaveras alegres y sandungueras (1913).
[Imp.
de A. Vanegas Arroyo, 2ª de Sta. Teresa. núm. 43. México. – 1913.]
Las que hoy son empolvadas
garbanceras,
pararán en deformes calaveras.
Hay hermosas garbanceras,
De corsé y alto tacón;
Pero han de ser calaveras,
Calaveras del montón.
Gata que te pintas chapas
Con ladrillo o bermellón;
La muerte dirá: “No escapas,
Eres cráneo del montón.”
Un examen voy a hacer,
Con gran justificación,
Y en él han de aparecer
Muchos cráneos del montón.
A veces se llaman “Rita”,
Otras se llaman “Consuelo”,
Y a otras les dicen “Pepita”;
A esas la muerte les grita:
“No se duerman, que yo velo;
“Y en llegando la ocasión,
“Que no mucho ha de tardar.
“Heridas por un torzón
“Calaveras del montón,
“Al hoyo iréis a parar.”
Hay unas “Rosas” fragantes,
Porque compran “Pachuli”
Unas “Trinis” trigarantes,
Y unas “Choles” palpitantes,
Dulces como un pirulí;
Pero también la pelona
Les dice sin emoción,
“No olviden a mi persona,
“Que les guarda una corona
De muelas en el panteón.”
Vienen luego las mañosas
Que “Conchas” se hacen llamar,
Y que aunque sean pretenciosas,
No tienen perlas preciosas,
Sino mugre hasta más dar.
A éstas y a las Filomenas,
Que usan vestido zancón
Y andan de algodón rellenas,
Les ha de acabar sus penas
La Flaca con su azadón.
Siguen las Petras airosas,
Las Clotildes y Manuelas,
Que puercas y mantecosas,
Son flojas y pingajosas
Y rompen muchas cazuelas.
La enlutada misteriosa,
Que impera allá en el Panteón,
Y es algo cavilosa,
Con su guadaña filosa
Las echará al socavón.
Las Adelaidas traidoras,
Que aparentan emoción,
Si oyen frases seductoras,
Y que son estafadoras.
Y muy flojas de pilón;
Se han de ver próximamente,
Sin poderlo remediar,
Sumidas enteramente
En el hoyo pestilente
De donde no han de escapar.
Las Enriquetas melosas,
Unidas a las Julianas
Y a las Virginias tramposas.
Que compran baratas cosas,
Aunque resulten mal sanas;
Pagarán su picudez.
Y sus mañas de agiotista,
Sumiéndose en la estrechez
Y en la inmunda lobreguez
Porque la muerte es muy lista.
Las pulidas Carolinas,
Que se van a platicar
En la tienda y las esquinas,
Y se la echan de catrinas
Porque se saben peinar:
Han de dejar sin excusa
Los listones y el crepé,
Y en un hoyo cual de tasa,
Se hundirán con todo y blusa,
Con choclos y con corsé.
Las Marcelas y las Saras,
Que al cine van a gozar,
Vendiendo hasta las cucharas,
Y se embadurnan las caras
Porque pretenden gustar,
Serán indudablemente,
Sin ninguna discusión,
De improviso o lentamente
Esqueleto pestilente.
Calaveras del montón.
Y las gatas de figón,
Que se hacen llamar “Carmela”,
Por producir emoción,
Y tienen el bodegón
Tan sucio que desconsuela;
Han de pagar su pereza
Que da mortificación,
Sumiéndose de cabeza
En el fondo de la mesa,
A ser cráneos del montón.
En fin, las Lupes y Pitas,
Las Eduvigis y Lalas,
Las perfumadas Anitas,
Las Julias y las Chuchitas,
Tan amantes de las galas;
Han de sentir por final,
Diciendo: “Miren qué caso”,
El guadañazo fatal,
Y liadas como tamal,
Verán que llegó su ocaso.
Pero no quiero olvidar
A las lindas Margaritas,
Tan amantes de bailar,
Y a quienes gusta ostentar,
Porque se creen muy bonitas.
La muerte las ha de herir,
Sin mirar su presunción,
Y aunque se van a afligir
Yo les tengo que decir:
“Calaveras del montón.”
Las Gumesindas e Irenes,
las Gilbertas y Ramonas,
Que quieren siempre ir en
trenes,
Y que alzan mucho las sienes
Porque se juegan personas;
Las Melquiadas y Rebecas,
Las Amalias y Juanitas,
Que unas son sucias y mecas
Y otras se juegan muñecas
Y presumen de bonitas;
Las Romanas y Esperanzas,
Las Anastasias famosas,
Que son gurbias y muy lanzas
Y parecen gatas mansas,
Porque son muy labiosas;
Todas, todas en montón,
Sin poderlo remediar,
En llegando la ocasión,
Calaveras del montón
En la tumba han de parar.
En
otra hoja volante se lee el siguiente encabezado:
Calaveras en montón
Al precio de un decimal
Como nunca se habrá visto
En toda esta capital
Es una verdad sincera
Lo que nos dice esta frase:
Que sólo el ser que no nace
No puede ser calavera.
Esto es una casaladilla
Para todos los mortales,
Porque hasta los militares
Les ha de dar pesadilla.
Otro “Rebumbio de calaveras”:
Quien quiera gozar de veras
y divertirse un ratón,
venga con las calaveras
a gozar en el panteón.
Literatos distinguidos
en la hediondez encontré
en gusanos confundidos,
sin ellos saber porqué.
Y en gran tropel apiñados
Los vendedores corrían
contentos y entusiasmados
por el negocio que hacían.
Cereros de sacristía
que roban la cera al rato,
que con mucha sangre fría
se echan el sufragio al plato.
El
escritor mexicano, Gabriel Zaid (1926) recoge en su Ómnibus de Poesía Mexicana, bajo el título de Calaveras editadas
por Antonio Vanegas Arroyo (págs. 293-296), una selección de calaveras sobre
las que señala en la sección de Referencias e índices: “Hojas sueltas que
pueden consultarse en la Biblioteca Nacional y en la del Colegio de México,
bajo el nombre de su ilustrador más conocido: José Guadalupe Posada
(1852-1913), aunque muchas son posteriores a la fecha de su muerte.”
Calavera
del amor
El que anda de enamorado
y a una mujer echa un reto
no se figura el menguado
que enamora un esqueleto.
Calavera
del cochero Manuelote
y
de las fosas abiertas por las obras del drenaje
¡Pi, pi! por más que chiflé,
¡eh, eh! Por más que grité,
Este zanjón endiablado
no se fue para otro lado
y fui a dar con tronco y coche
aquí dentro la otra noche.
Las dos mulas y yo, tres
calaveras somos pues.
Gran
Baile de Calaveras (1906).
Llegó la gran ocasión
de divertirse de veras.
Van a hacer las calaveras
su fiesta en el Panteón.
Las flautas son de canillas.
De huesos son los violines.
De cráneos los cornetines.
Los fagós de rabadillas.
Las viuditas relamidas
que se precian de virtuosas
asistirán ruborosas
todas de blanco vestidas.
Un militar esforzado
que en todas partes corría
la gran cruz de valentía
lucirá muy esforzado.
Los sudarios se reforman,
se remiendan las mortajas
y con las fúnebres cajas
estrado y gradas se forman.
Bailarán los comerciantes,
los sastres y los cocheros,
los soldados, los pulqueros,
albañiles y estudiantes.
Ingenieros y cantores,
dependientes y modistas,
carretoneros y artistas,
lavanderas y pintores.
Será una gran igualdad
que nivele grande y chico.
No habrá ni pobre ni rico
en aquella sociedad.
El que quiera la función
mirar de las calaveras
que se muera de deveras
y que se vaya al Panteón.
Regalo
de calaveras (1910).
Es calavera el inglés,
calavera el italiano,
calavera fue el francés,
lo mismo Maximiliano.
El Pontífice Romano
y todos los cardenales,
reyes, duques, concejales
y el jefe de la nación.
En la tumba son iguales:
calaveras del montón.
Calavera el general
y todos sus ayudantes:
coroneles, comandantes
y el furioso capitán.
Los subalternos serán
calaveras en dos tiempos.
En uno, son los sargentos.
Los cabos en pelotón.
Los soldados son, por cientos,
calaveras del montón.
Los mártires borrachitos
son ánimas sin pecado
pues en el mundo han pagado
sus penas y sus delitos.
Sufren los inocentitos
tirados en duro suelo.
¡Cuánta aflicción sin consuelo
si están crudos o en prisión!
Justo es que vayan al cielo,
sin ser huesos del montón.
Calaveras
de las elecciones presidenciales (1919).
Yo os propongo al nunca bien
ponderado y grande mico,
ilustre Chónforo Vico,
escapado de Belén.
Prófugo de las Marías,
gran maestro en la ganzúa,
instruido en San Juan de Ulúa
y en la Penitenciaría.
Sabe abrir las cajas fuertes
y extraer una cartera.
Ha sido gran calavera
y debe catorce muertes.
Elegid pues pueblo amado
sin dudar y a tapahocico
al muy ilustre y nombrado
y noble Chónforo Vico.
Después de discursos tales
llenos de frases sinceras
se fueron las calaveras
a las urnas sepulcrales.
Salió electo presidente
por su real y hermoso pico
el notable, el prominente,
ilustre Chónforo Vico.
Mil gracias César, como siempre, por este exhaustivo e interesante trabajo. Un abrazo.
ResponderEliminar—Gracias a ti, Sara, no sólo por leerlas sino por ayudarme a difundirlas. Creo que respecto de Posada, por citar un ejemplo, se conoce a la Catrina y algunos otros grabados de su autoría, pero se desconocen muchos aspectos de su vida y su obra.
ResponderEliminarCreo que esto sólo es un detalle muy pequeño del trabajo que aún queda por realizar en relación con las publicaciones de los inicios del siglo pasado.
Atesoro mucho tu generosidad para este blog, y por extensión, para conmigo.
Mi gratitud sincera.
César.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola César, muy interesante tu artículo. Desde nuestro humilde blog dedicado a las calaveras literarias estamos organizando un concurso para mantener la tradición. Si quieres participar o darle difusión, puedes leer más aquí: http://www.calaveras-literarias.com/concurso/
ResponderEliminarSaludos,
Philippe.
Me encantan las tradiciones mexicanas, sobre todo las del día de muertos creo que el altar y las calaveras literarias son de las mas antiguas y emblemáticas de la fiesta.
ResponderEliminarCALAVERITA AL MOLE DOÑA MARIA
ResponderEliminarLa calaca, muy oronda,
le dijo a Doña María,
la muerte ya viene, . . . ronda,
el ánimo se me enfría.
Vámonos de fiesta y rumba,
brindaremos con atole,
cocinarás en la tumba,
el más exquisito mole.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F, 15 de octubre del 2015
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
CALAVERITA AL MOLE DOÑA MARIA
ResponderEliminarLa calaca, muy oronda,
le dijo a Doña María,
la muerte ya viene, . . . ronda,
el ánimo se me enfría.
Vámonos de fiesta y rumba,
brindaremos con atole,
cocinarás en la tumba,
el más exquisito mole.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F, 15 de octubre del 2015
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)