Bitácora de literatura: traducción de poesía, sátiras, poemas, fábulas, epístolas, epigramas, aforismos, crónicas, antologías...

martes, 30 de septiembre de 2014

Autor invitado: Lázaro Tello Pedró (1986).



 Autorretrato

Yo, que tengo del talado árbol la cintura,
el temple solemne de un himno,
los cabellos sepultos de una mina
y la inteligencia de bolsillo secreto,
jamás he podido
asir un relámpago en su viaje de sacudida ósea
ni conversar con el venado amamantado del río

Yo, que soy pobre de lunares y misérrimo de amigos,
he buscado sin éxito
la línea que se fugue de mi mano,
el claro día pulsando por mis venas
o la dura y ronca guitarra de mi pecho.

Sólo he encontrado —y es lo triste—
mentiras recurrentes de personas,
una que otra mecha encendida de algún sexo,
sótanos escritos en los libros
y nunca la palabra que me lleve al poema.











Segundo premio en la categoría de ensayo
del Concurso 45 de Punto de partida (UNAM).



Insectario de retórica (Teoría poética de los insectos)






El tábano

A Francisco Trejo

El tábano se enorgullece por tener este nombre, que goza de la musicalidad de los esdrújulos y zumba como si diera un discurso socrático. Al ver esa costumbre de acosar a la caballería de los reyes, los poetas se designaron a sí mismos como “tábanos” y escribieron vastas sátiras y líneas epigramáticas contra sus monarcas. Se sabe que es costumbre de los tábanos hembras alimentarse de sangre caliente; no sucede así con los machos, cuya predilección es el néctar y el polen virgen de las flores.

El epigramista o tábano debe ser incisivo como un aguijón y procurar en sus poemas la miel de la poesía. La Enciclopedia Espasa, en su edición de 1907, documenta una antigua y desaparecida especie de tábano, encapsulado por el tiempo en una rica pieza de ámbar. Inevitablemente pienso en los antiguos epigramistas, griegos, romanos, árabes, que son insuperables. Mi equivocación es latente: puede que entre nosotros haya algún tábano cuya propia miel le sirva para compactarlo en otra esfera de ámbar que lo haga pervivir para el futuro.








La libélula

A Luis Flores Romero

De cuerpo alargado y alas finas como platillos resplandecientes, las libélulas curvan sus pupilas en las márgenes acuáticas. Son las predilectas de entomólogos y poetas, quizá porque alguna vez unieron a la retórica con la entomología y la botánica. El nombre libélula fue acuñado primero en inglés y después en sueco en 1737. El caso que más nos interesa está registrado por la History Rhetoric de Sir William Jones: “para minar la pérdida del juicio de nuestros estudiantes, a causa de los angustiosos conceptos que tenían que memorizar, y hartos del modo antiguo de hacerlo, optamos por migrar hacia los insectos. Es así que nos mudamos de la arquitectura, que es un hecho humano, a los élitros y antenas. Se decidió que por la repetición de sus fonemas, la libélula ilustraría a la aliteración”.

Aquellos estudiantes evocaban a las libélulas, a los tábanos, a las mariposas y demás insectos en sus pruebas de retórica y poética. Sin embargo, luego de descubrir que el olor es mejor fijador de recuerdos, se decidió mudar hacia las flores. En capítulos siguientes del mismo libro se lee: “[…] la rosa es la metáfora; el jazmín, la hipálage; el lirio, la aliteración, porque sabemos que el olfato es superior como guardián de la memoria”.

Aquí caigo en cuenta de que la escritura de los poemas venideros es una evocación de aquellas lejanas clases. Los poetas recuerdan sus instrumentos de trabajo en las flores, pero sucede que algún vidente va más allá: salta la memoria tenaz del olfato y regresa al original mundo de los insectos.









Mantis religiosa

Encargados de encontrar nuevos mecanismos de tortura, los inventores al servicio de la Inquisición vieron en las mantis todo tipo de soluciones: unas tenazas que funcionan como rápida estocada, unas piernas fuertes y poseedoras del impulso de la catapulta, unas mandíbulas para triturar la carne. En el patíbulo, el verdugo cambió el anticuado látigo por la polea giratoria; el alfanje, por la cuchilla vertical; la común horca, por el aro de hierro dividido y unido por dos goznes: esfera que comprimía los cuerpos en un severo capullo.

Sin embargo, la culpa por la ejecución crecía obscurantista en el alma de los verdugos. Uno de ellos, cuyo nombre me he reservado de pronunciarlo aquí, basándose en el ritual de la mantis de desaparecer al macho durante la cópula, modelaría un nuevo mecanismo que consistiría en una sola máquina, con sus propios resortes y metales, para que la figura del verdugo desapareciera. Esta idea nos dio las siguientes máquinas de tortura: tormento de la rueda, cuya manivela se apretaba más y más hasta descoyuntar los huesos; tormento de Damiens, en cuya carreta el condenado desaparecería al ser incinerado por una hoguera permanente, como las llamas del infierno; tormento de la catapelta, cuya rueda trituraba los huesos y cuyas tenazas desgarraban la carne a pedazos.

Presenciar una máquina ejecutante, como un acto divino que funcionaba por sí misma, le devolvió el sosiego a los verdugos y atormentó por años a la sociedad. El asombro causado por las ejecuciones en las plazas públicas había cumplido su cometido. Las máquinas mantenían esta severa inscripción en alguno de sus perfiles: “Nadie (es decir, ningún verdugo) la está ejecutando: su fuente, su voz, no es el auténtico lugar de la ejecución, sino la expectación.”

Siglos después, en 1968, esta frase sería retocada por Barthes en su artículo “La muerte del autor”.









Mariposas

A Rocío Santiago Flores

Negras como sexos, doradas por crepúsculos, diurnas o nocturnas, las mariposas ejecutan una constante fuga de sí mismas. Cuando sobrevolaron los campos y las extensiones verdecidas, rápidamente los poetas las pincelaron con color y características florales. Así escribió sobre una flor en un huerto Mohammed Abdalla al Dawi:

En él voltean por el aura pura,
cual blancas y encarnadas mariposas,
las hojas de las rosas
que en torno esparce el viento con dulzura.

Aunque se les igualó con las flores, las mariposas se sintieron por encima de ellas y volaron dejando una estela de niños persiguiéndolas, que sólo conservaron la forma de su huida entre sus manos, quizá porque la belleza debe aparentar la distancia y lo inalcanzable.

Fugándose de sí mismas, las mariposas mudaron hacia los paisajes nocturnos. Acostumbradas a los fotones del sol, encontraron una doble desgracia. Atraídas por el taciturno fulgor de las lámparas, volaron hacia ellas, dando infinitos círculos hasta carbonizarse. Un religioso y poeta místico vio en ese gesto suicida el amor divino y escribió: “Amado con amada, amado en el Amado transformada.” Más tarde, Sebastián Covarrubias anotó, en El tesoro, que la mariposa “es un animalito que se cuenta entre los gusanos alados, el más imbécil de todos los que puede haber. Éste tiene inclinación a entrarse por la luz de la candela, porfiando una vez y otra, hasta que finalmente se quema…”.

Estas líneas significaron para las mariposas la mayor de las afrentas posibles y, fabricándose sombra y odio por dentro, cambiaron de coloración. Sus cuerpos se ajustaron a lo oscuro, al inminente luto. Olvidaron aquel origen divino de su nombre que sumaba el nombre “María” más el verbo “posar” y desde hace mucho tiempo las hemos visto fijarse en las esquinas de las habitaciones, anunciándonos con este gesto nuestra fatídica muerte.









Catarinas

A Dalia Pineda

Los pintores del rojo de la coralillo sacudieron sus brochas y tiñeron el caparazón de las catarinas. El mecanismo de despegue y aterrizaje es la envidia de cualquier piloto aviador. Comprobamos que cuando sus pequeñas alas tiemblan, parecen una agitada espiga en el aire. Los lugares predilectos de las catarinas para aterrizar son las flores y las mejillas femeninas. Me creeréis romántico o cursi pero es cierto.

Entre las historias referidas a este coleóptero, los manuales de entomología coinciden en ésta:

El joven Yael Rigueira acomodaba sus colores para pintar un paisaje cuando una catarina se posó sobre su lienzo todavía blanco. Momento de epifanía: ¿sería posible hacer puntos multicromáticos sobre este lienzo? […] Luego de trabajar un tratado junto a Seurat, el puntillismo llegó a convertirse en una escuela pictórica. Como homenaje a la catarina, Rigueira la retrató con miles de puntos en un enorme cuadro (el Louvre guarda una copia, que funcionó de inspiración para que Magritte pintara La pipa).

Se sabe que las catarinas en su mejor momento consumen una gran cantidad de pulgones, ayudando así a controlar las plagas de cosechas y jardines. Al igual que las mariposas, las catarinas o mariquitas gozan de llevar en su nombre el apócope de la virgen María, ya que son animales benéficos para el hombre.









La araña

Y, ciertamente, la más liviana de las casas
(es) la casa de la araña
si supieren.
El Corán XXIX, 40

Las variaciones del mito del Minotauro reinciden en la pesadez de los amplios corredores y las infames galerías. Regularmente se resalta la cornada furiosa contra los mancebos y doncellas tributadas. El elemento sutil y salvador de una hebra se contrasta con el intrincado poder del hombre-toro. La lascivia puede aparecer en un rudimento de piel y madera o en el encierro dentro de una cámara.

Importa agregar a esa serie de tradiciones la versión del Asia Menor, recogida no en orfebrería, sino en tapices coloridos. Anfitrión y terror, inventora e hilandera, se reúnen en un solo símbolo: la araña. La hacedora del laberinto es la araña, que repite patrones circulares con su delgadísimo cordel. En el centro no hay un Minotauro sino una experta tejedora, que en su suspendido afán prepara su afrenta. Como se ve, esta versión conserva el carácter delicado de la hebra y el fatídico destino de caer sobre ese enredo. Se entiende, además, que por el trueque lingüístico entre dos lenguas, entre Ariadna y Aradne, el resultado sea la palabra Aracne. Ovidio habla de esto en sus Metamorfosis, pero huye de la repetición y olvida contarnos el mito completo.









Cochinillas

A Daniel Moctezuma

La cochinilla toma el motivo de la rueda: en la inclinación recorre las calles de asfalto, evita los charcos de agua con la poderosa fuerza concentrada en su vientre. Comparables a las bolitas de plastilina que se fugan de las manos de los niños, las cochinillas buscan los rincones para no ser pisadas por las suelas de los zapatos. Su kilometraje compite con el de las rocas que caen por pendientes y peñascos. Rivaliza con las vueltas de la canica en las manos de un niño que en el afán de derrotar a su compañero en el receso de clases termina por desgajarse.

En estos tiempos poéticos de lugares comunes, en este momento en que las palabras transporte y gusano están más unidas que nunca, regresemos a la cochinilla. Basta revisar algunos poemas escritos en talleres literarios para comprobar que los poemas dedicados al Metro registran la gastadísima línea del gusano naranja. Alcemos otro pedestal, mudémonos a la cochinilla, cuyas escamas se sobreponen una a una para encerrar en una cápsula diminuta a este ejemplar tipográfico, insigne solitario en el abecedario de insectos.









Pulgas

Una noche de pulgas y mosquitos
es larga noche, pues proscribe el sueño:
aquéllas saltan sin saber bailar,
y éstos cantan sin metro.
Ibn Sãra Aš-Šantarīnī

Son continuas enemigas del sueño y compiten de igual a igual contra el insomnio. Frente a los tules del mosquitero, no hay nada que nos proteja de las pulgas. Las pulgas son perceptibles en el aire sólo cuando cambian de lugar y se ocultan en el tejido de las prendas o en el pelaje de los perros. A la flautilla chillona que delata a los mosquitos corresponden las torpes patas de las pulgas que las hacen tropezar de cuando en cuando.

Las pulgas aguantan pocas pulgas: apenas y hemos aseado un poco las habitaciones y ya empiezan patas arriba a hacer rabietas. Algunas veces el año está de pulgas y uno no sabe cómo exterminarlas. Ocupan cualquier sitio, incluso los más insospechados. Por la noche, el insomnio nos echa la pulga en la oreja y allí anda uno recordando cómo se debe respirar, cambiando de lado de la cama, calculando el peso de los párpados en la jornada sin sueño.

El siglo xix y su creciente afición por los espectáculos hizo que alguien ideara un circo de pulgas. Aquí algunos puntos de un manual escrito por el polaco Wilhem Doot:

1. Para quitar esa creciente afición hacia los saltos basta meterlas en cajitas planas.
2. Por la potencia de sus piernas, las pulgas pueden cargar ochenta veces su peso.
3. Hágase de hilos finísimos que pueda atar al cuerpo de las pulgas y sujételas a un pequeño carro que tirará durante el espectáculo.
4. Si las pulgas no obedecen, no dude en castigarlas, las pulgas sólo entienden desde el castigo.
5. Para castigar una pulga basta retirar la dosis de sangre por tres horas.
6. Para que aprendan a saltar sobre el trampolín, es preferible que la lona sea de cuero de perro.
7. Para perfeccionar el truco del aro, construya su habitación en un cuadrado de cuarenta centímetros, que luego dividirá en cuatro cuadrados de diez centímetros cada uno. Deje pequeños aros que comuniquen cada una de sus habitaciones.

Ahora las pulgas funcionan como material didáctico y se las ve saltando en las reglas numéricas, creyendo ingenuamente que los números positivos y negativos son un tipo de sangre.









El alacrán

Con una válvula de microveneno lista para dormir un dedo gordo del pie o provocar un cosquilleo que suba por la ramificación nerviosa de las pantorrillas, el alacrán avanza pausadamente sobre la tierra desértica. Su mitificación romántica nos lo presenta en un negro ejemplar grueso y duro, como la trenza de una mujer árabe. La ardiente e insoportable arena para muchos es para el alacrán su momento de gloria, como un faquir camina sobre las ascuas encendidas.

Los novelistas del siglo xx maniobraron con las formas e incluyeron notas sueltas sobre el oficio de escribir dentro de sus textos. Las Morellianas pretendían crear un nuevo lenguaje, que terminara por destruirse a sí mismo: “La inexplicable tentación del suicidio de la inteligencia por vía de la inteligencia misma. El alacrán clavándose el aguijón, harto de ser un alacrán pero necesitado de alacranidad para acabar con el alacrán.” No se sabe a ciencia cierta hasta dónde esta empresa tuvo eficacia.

Los ajenos a la literatura y más cercanos al pulque y la cerveza arrojan lo restante de sus vasos al suelo, como si desde el vaso sujetaran un látigo de agua, dejando la insigne ganzúa del alacrán tatuada sobre la tierra.









La disidencia de la mosca

y menos Atenea, del botín juez y dueño,
quien se interpone y pronta la saeta desvía,
como cuando la madre hace por ahuyentar
la mosca que del hijo turba el plácido sueño.
Ilíada, VI

Atengámonos a la etimología, la mosca es rebelde por naturaleza. Puebla desde el inmaculado plato de una Venecia, hasta los calurosos veranos de una planicie en Tailandia. Aprendió del viento esa comba que se estampa contra los rostros, de allí su constante chocar contra nuestros semblantes —más te valiera no tener la boca abierta.

Muchos se han nutrido de su oposición y resistencia: antaño los chinos hablaron de ella antes de sus rebeliones; San Agustín meditó con ellas; Lutero resolvió el problema con un decreto en una puerta de Wittenberg; y Augusto Monterroso reflexionó en su habitación con ellas. Más eficiente que un epigrama político es la mosca, basta un ejemplar de ellas sobre la nariz de un funcionario público para disfrazarlo con características fecales. Es impronta de la mosca su resistencia, como cuando se la aplasta: de su diminuto cuerpo surgen larvas que ya tienen movilidad y quieren poblar inmediatamente los basureros. Tanta es su resistencia que vemos en ellas el símbolo de la eternidad: la palingenesia, generación y regeneración. Homero pudo haberla inmortalizado: cual la generación de las moscas, así la de los hombres.

El otro, el transitorio humano, inventó el alígero matamoscas, el caramelo de las cintas pegajosas que las capturan por centenares. Sin embargo, la mosca sigue zumbando, lo que nos asegura que hay mucha zeta para rato.













Lázaro Tello Pedró (Nochixtlán, Oaxaca, 1986). Ha publicado ensayo y poesía en diversas revistas universitarias. Es parte del comité editorial de la revista Palabrijes, el placer de la lengua. Participó de las antologías Moebius, poetas nacidos en los 80 (2012) y de la muestra de poesía universitaria de la UACM Los coleópteros enfebrecidos (2013). Poemas suyos se tradujeron para la compilación 25 Mexican poets 30 and under de la publicación estadounidense Bigbridge en 2013.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

Autor invitado: Poemas de Francisco Trejo (1987).






De Rosaleda



La fractura del discurso amoroso


Valeria por ti escribo
estos frívolos versos de hoy
Saúl Ibargoyen


¿Cuántas cartas le enviaste a Valeria, Saúl,
antes de convertirla en la madre de tus hijos?
¿Recuerdas la extensión de tus notas
y la cursilería trazada con el fervor de tu puño?
Amigo, a mí me bastó escribir un verso
—el nuevo Cupido es Twitter
                           para llevarla a la cama.
                        




Las cruzadas del caballero

Julio, tu mujer usa Facebook para destruirte:
confesó tu falta de armamento
para las cruzadas de la alcoba,
que no sabes montarla
y que tu hermano Francisco
es mejor jinete
                      que cuñado.





La flor y el amante de su abejorro

Flavio perdió a su esposa
por dedicar versos
en su cuenta de Twitter,
no a Florencia
—la furcia más famosa
de las redes sociales—,
          sino al primo de Florencia.





Messenger

Oscar,
¿crees en la fidelidad de Antonia
sólo porque chatean toda la noche?
—¡Es lo más absurdo que he escuchado!—
Amigo, abre los ojos:
mientras yo te escribo
ella desabrocha mi bragueta
y se ocupa de asuntos
más placenteros
usando la lengua
         en lugar de las manos.





Epitafio del cibernauta

Aurelio, nunca recibiste buenos comentarios
en tus publicaciones de apoyo al PRI;
pero el día de tu muerte hubo fiesta en Facebook:
todos tus amigos nos lamentamos
                    y le dimos like a la buena nueva.

__________
N. del E. PRI. Siglas del Partido Revolucionario Institucional que mantuvo el poder en México de 1929 al 2000. En las elecciones del año 2012 recuperó la Presidencia de la República, y con ello el poder tras doce años.





El espectador

Augusto repudia el fraude electoral
más descarado de todos los tiempos
y habla de la nueva revolución.
Pasa horas culo frente a la computadora
como aquel que sentado en la plaza de toros
espera la caída de la bestia
pero no se suma
           a las fuerzas del torero.





Epitafio

Querías llegar virgen al matrimonio,
bellísima Amelia,
             pero llegaste virgen a la tumba.





Epigrama de la estatua

Una estatua como tú, Consuelo,
insensible ante la poesía de un loco como yo,
sólo se conmueve
              con mentadas de madre.





El suicidio del poeta

Supe que Flora no me ama,
por eso voy a suicidarme;
pero no esta noche:
será cuando le haya dedicado
cientos, cientos de epigramas,
y éste apenas
                   es el primero.













De Revista Opción del ITAM (Núm. 175, Abril 2013)



Libélula Corpus Christi

Metáfora de la muerte de Cristo es la libélula. ─Posada en un lirio, la libélula parece el Dios crucificado─. Antes de morir y envolverse en su lienzo de metamorfosis, la larva divina cruza las aguas y milagrosamente sobrevive al beso judaico de sus depredadores. En la resurrección obtiene alas para emprender su viaje al firmamento. A propósito de la doctrina que profesó el Mesías, este místico insecto nos ofrece una alegoría precisa del amor: en pareja, durante la cópula, forma la figura de un corazón latiendo. 





(A)mantis religiosa

Siempre encuentro similitud entre el comportamiento humano y el comportamiento de los insectos. Las ancianas puritanas, por ejemplo, cuando pasan frente a una iglesia, se santiguan y juntan sus manos a la altura de su pecho ─en posición mantis religiosa─; de este modo imploran a su Dios. Y aunque muchas veces se le compare a la mantis con alienígenas, yo no encuentro mayor relación entre uno y otro. Tener la cabeza triangular y los ojos grandes, no implica una buena analogía. Pero sí comparo a la hembra de esta especie con las monjas. Ambas son maestras del engaño: en su rezo simulan la espera de un haz de luz proveniente del cielo; pero lo que realmente aguardan es la llegada de su víctima. La mantis hembra devora al macho. ¿Diríamos lo mismo de la mantis monja? ¡Claro! Pensamos lo contrario porque la vemos en la iglesia, entregando su aliento a las oraciones. Es difícil concebir que se ha comido a más de un sacerdote.













De La cobija de Ares



El Viagra vs. la guerra

Menelao,
lamento que en tu época
no existiera la pastilla azul
─garantía de esposas fieles─;
conociéndola,
no hubieras perdido el tiempo
encima de tu caballo
tratando de matar a Paris
─hubieras pasado los días
                    montando a Helena─.





Precaución del amante

Para invadir a Furcia
me protejo con látex:
la bestia de su laberinto
termina con la vida
             de sus amantes. 





Aguzar la espada

Minotauro Julio,
sé que me odias
y que piensas matarme
porque visito tu casa
cuando te ausentas.
Sé muy bien
que hemos de enfrentarnos,
por eso afilo mi espada 
        en la vulva de tu esposa.





Versión alternativa


Orfeo,
Eurídice murió
cuando supo
que en tus expediciones
con los argonautas
no sólo tocabas la lira,
sino también la flauta
de Jasón.













De Los coleópteros enfebrecidos. Muestra de poesía universitaria de la UACM



Oración del epigramista

¡Te pido, Dios,
que por primera vez escuches
al desvergonzado Francisco!
Que me falte la caricia de mi madre
y el consejo amoroso de mi hermano,
la compañía luminosa de un amigo
y el ávido sexo de una musa;
pero por favor, Señor,
       ¡que nunca me falten enemigos!





A los hombres perfectísimos

a los hombres perfectísimos
caníbales versados en política ranchera,
en trampas, en codeos, en albures
de este pueblo sin tregua

ABIGAEL BOHÓRQUEZ


Después de la contienda electoral del año en turno,
el pueblo mexicano sabe
que no existen culos tan activos
como las bocas de los candidatos a la presidencia:
que emiten, cínicamente,
                              alegatos de mierda.





Jinete y cerdo

La poesía, Julio,
es la yegua indomable
—no tolera cerdos en su lomo—
que te rebasa en la escritura.
No te des el título de jinete
—controla tus riendas—
sin conocer el arte
                 de la cabalgata.










De El Tábano canta en los hoteles



Oración por el amor de Flora

Señor, tú que tomaste a la mujer de otro
para el perdón de los pecados,
concédeme asir a la mujer ajena
─dame el título del más grande pecador
antes de que puedas perdonarme─.
Oh, Señor, si me dejas amarla
que no sea en la forma del Espíritu Santo
─las aves son breves─;
mejor en la forma de un perro
para montarla por doquier
y ladrarle al oído
mis poemas indecentes.





Juegos funerarios

Al principio, cuando nada sabía de ella,
le escribí una oda y dos canciones.
Cuando supe que era casada
                               escribí su epitafio.





Epigrama de la profesión

León proyecta singulares edificios
─es arquitecto─,
pero otras manos los construyen.
También tiene mujer,
pero es otro
        el que se encarga de ella.





La ruina del Tábano

Me arrepiento, Flora,
por amarte en exceso.
Con el dinero que gastamos
este año en los hoteles,
ya hubiera publicado
                     mi primer libro.





Vía Láctea

Si Flora fuera puta,
como lo afirman muchos,
no hubiera elegido amar a Francisco,
el que le escribe versos
─estuviera entregándose a la muerte
en la cama de obtusos jardineros─.
Por eso le digo
que se vaya con otros,
pero que también sean poetas;
así la puta será su alma
y ellos tendrán, como yo,
siempre en la lengua,
           las tetas de la poesía.










De Periódico de Poesía de la UNAM (Núm. 171. Julio-agosto 2014)



La guacamaya

Aprendiste a imitar
─aunque torpemente─
el lenguaje de tus dueños
que te ofrecen el podio.
“¡Qué copete tricolor!”,
dicen las ingenuas
que apoyan tu campaña: 
ignoran tu preferencia
por las gaviotas
y los picos de oro.
Ay, de tus partidarias:
vuelas y te aplauden
aunque te cagues
        en sus cabezas.










Del portal Encuentro Moebius: Poetas nacidos en los 80



La tristeza de las garzas


Para Armando Trejo

¡Quién pudiera
sencillamente mirar,
sentir,
y expresar la poesía
como los niños!
Elías Nandino


Hoy, mirando el lago seco del Bosque de Tláhuac
─estéril como un ojo sin párpado─,
mi sobrino, luciérnaga de infinitas alas,
abrió los labios de su pecho
mientras la tristeza de las garzas se escurría por las sombras:
“Tío, nosotros también nos secamos”.
Comprendí que las palabras del niño
son la lluvia liberada, un nítido caudal
cayendo al pozo del poeta
vulnerable, muchas veces, ante funestas sequías.











Fotografía de Juventino Gutierrez Gómez.



Francisco Trejo (Ciudad de México, 1987) estudió la licenciatura en Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Ha publicado en diferentes revistas nacionales y del extranjero. Entre otros reconocimientos,  recibió el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2012. Cuenta con los siguientes poemarios publicados: Rosaleda (Rojo Siena Editorial, 2012) y La cobija de Ares (Praxis, 2013). Recientemente, una muestra de su obra fue incluida en la Antología general de la poesía mexicana. Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días (Océano, 2014), realizada por Juan Domingo Argüelles.