En ocasiones anteriores ofrecí sendas entradas
de Salvador Novo —Nalgador Sobo, como se le apodó popularmente: la primera en
que, acompañado por otros autores, se compilan Algunos epigramas sobre políticos mexicanos; y la segunda sobre Un epigrama “inédito”
de su autoría, el cual, hasta ahora no he podido encontrar impreso.
Desde mi punto de vista, La Diegada —incluyendo a los sonetos, las décimas y la quintilla— conforma
junto al Madero-Chantecler de José
Juan Tablada y el Prometeo —renombrado
posteriormente, “sifilítico”— de Renato Leduc (ofrecí fragmentariamente el
primero, e íntegro el segundo en este portal), pese a su heterogenia, la tríada
de los mejores textos satíricos en verso del siglo XX de la Literatura Mexicana
—si tal cosa existe.
Esta
entrega de Maese Novo pretende ser el
antecedente de una futura y nutrida selección de su poesía. Mientras tanto, a
partir de la visión de quien fuera su secretario, el escritor Carlos Monsiváis
y su ensayo —autopsicobiográfico, apuntaría yo— Salvador Novo: Lo marginal en el centro (Ediciones Era) —cito por
la segunda edición (corregida y aumentada) de 2004—, contextualizo la serie de
poemas que, a su vez, constituyen La
Diegada.
Monsiváis narra (Op. cit., pág. 165):
Tan pronto se dan a
conocer, Novo y sus congéneres se vuelven blanco de la izquierda política. El Machete, la gran revista del Partido
Comunista de México, hecha muy centralmente por artistas, Diego Rivera el más
notorio, en el número del 28 de agosto al 4 de septiembre de 1924 publica una
sátira, “Los rorros fachistas”, de subtítulo propio del teatro frívolo:
“¡Mancebos eruditos y poetas, corresponsales de periódicos burgueses y
comisionados por algunas Secretarías de Estado para agasajar a sus cuates de la
Nave ‘Italia’, a su vuelta de Veracruz se reúnen para hacer añoranzas!” [...]
Al texto lo preside el grabado de [José
Clemente] Orozco “Los Anales”.
El propio Novo, en la Consideración preliminar
a su Antología personal. Poesía,
1915-1974 (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991), precisa que
entre 1925 y 1933 —más concretamente entre la publicación de XX poemas y Espejo y Nuevo amor—,
“cultivó como una gimnasia y un juego el soneto satírico”.
Día de Muertos (1924)
Panel
del Patio de las fiestas.
Planta baja de la Secretaría de Educación Pública.
Retomo a Monsiváis, quien contextualiza el origen
de la obra que se ofrece en esta entrada (Op.
cit., págs. 77-78):
En
1926, Novo inicia la serie de sonetos y décimas de “La Diegada”, una etapa del
pleito entre Diego Rivera y los amigos del escritor Jorge Cuesta que se casa
con la ex mujer de Diego, Lupe Marín. En su arrebato vindicativo, estos versos
dan idea del sabido aprendizaje quevediano en la querella ad hominem. Frente a chistes, imitaciones, desprecios y rechazos,
se levantan los sonetos que inundan de oprobio al Artista de la Revolución. En
uno de los murales de la Secretaría de Educación Pública, Diego Rivera hace un
retrato despiadado de Novo, y él responde con “La Diegada”, que expone las
farsas involuntarias del pintor, y comenta el “adulterio” de la compañera de
Diego, Lupe Marín, con Jorge Cuesta. [...] Tan impecable es la sátira, que se
reproduce a mano o en copias mecanográficas, y aun quienes no soportan al autor
festejan la voluntad de no dejarse y el talento. Novo se lanza contra los
provincianos, contra los izquierdistas, contra los falsos prestigios, contra
los machistas.
El
que quiera comer que trabaje
(1928)
Panel
del Corrido de la Revolución Proletaria.
Segundo piso de la SEP.
Y continúa (págs. 82-83):
En
los muros de la Secretaría de Educación Pública, Diego Rivera se burla de
Antonieta Rivas Mercado, a quien una revolucionaria enérgica le entrega una
escoba para que barra los restos de esa simbología de liras, paletas de pintor
exánime, rosas blancas y un número de Contemporáneos
de 1928. Con expresión desolada, la Rivas Mercado ve a un obrero
revolucionario ponerle el pie a un poeta con orejas de burro.
Jorge Cuesta.
Gilberto
Owen (Obras, Fondo
de Cultura Económica, Primera reimpresión, 1996, pág. 269), en una carta que le
remite a Xavier Villaurrutia desde Nueva York el 29 de noviembre de 1929:
Y Salvador me escribió
al fin con un horrible chisme de la convivencia de Jorge [Cuesta] con Diego
[Rivera] y con Lupe [Marín]. ¿Es verdad? ¿Y fuiste a esa merienda?
De acuerdo con Monsiváis, Novo y Rivera se
reencuentran cuando el primero se desempeña en la comisión de Prensa del
Partido Popular y el segundo ingresa, junto a otros izquierdistas, al organismo
fundado en 1948.
Para la siguiente década, los otrora enemigos tienen
un trato cordial (Op. cit., págs.
195-196):
ahora
Novo encauza las pretensiones de aquellos que gracias a él vislumbran escenas
de la élite del arte y del espectáculo, por ejemplo la entrega a una estrella
de su retrato hecho por Diego Rivera:
Silvia
Pinal vive muy adentro de los Jardines del Pedregal —en la avenida de las
Fuentes. Cuando llegué, Diego y el Indio Fernández contemplaban el retrato, y
se disponían a colocarlo donde se viera mejor. Diego me recibió muy
afectuosamente. Está muy bien, muy bien de aspecto y de salud. (24 de noviembre
de 1956)
Sin embargo, los fantasmas del pasado regresan
para atormentar al Cronista de la Ciudad
de México (págs. 204-205):
Un
incidente de 1967, Lupe Marín, la ex mujer de Diego Rivera y Jorge Cuesta, se
entera muy tardíamente, o decide enterarse, de La Diegada, el muy injurioso
envío de Novo, y le ofende en especial el soneto de comienzo tan exterminador:
Marchóse
a Rusia el genio pintoresco
a
sus hijas dejando —si podría
hijas
llamarse a quienes son grotesco
engendro
de hipopótamo y arpía.
Lupe
no necesita más. Manda imprimir un volante donde de varias maneras señala “la
mariconería de Novo”, y critica al gobierno que lo hizo Cronista capitalino. Y
se presenta en el Museo de la Ciudad en el momento en que Novo termina una
conferencia. Lupe distribuye el volante y Novo se resguarda en la Dirección
hasta que le informan de la partida de la señora Marín.
La Diegada (1926)
1.
Rafael
querido, tu Canto a Rivera
porque
decoró la sede de Cortés,
huele
a mejor ana que la primavera
indiana
que llega postrada a tus pies.
Pues
ya sus cosechas hasta Cuernavaca
llenaron
paredes con arte de ley,
celébrenlo
todos, que en limpio se saca
que
cuerna la vaca mientras pinta el buey.
A
inmortalizarlo, tímido, me llego;
seremos
en ello, padrinos, compadres.
Digamos
su vida: llámaronle Diego
porque
es de San Diego —pero de los Padres.
A
veces suspira con hondas saudades
en
su Edad de Oro por su Edad de Hierro
y
mira el pasado, y en sus mocedades
ve
cerro tan sólo, ve cerro tras cerro.
El
genio en su frente brotaba pujante,
gallardo
y enhiesto en forma de agujas;
pasó
por Lovaina, detúvose en Gante
y
puso pinceles al Puente de Brujas.
Por
rara ocurrencia e insólito caso
en
las novilladas del arte, el pintor
tropieza
en el coso con Pablo Picasso
que
en él se ejercita como picador.
Regresa
oportuno con buena contrata
en
la temporada del diestro Pepete;
danle
el anfiteatro, del cual se si trata
recluta,
retreta, retrata y retrete.
De
Nueva Galicia con fresca Gorgona
—el
traje de jockey, la voz de sargento,
modelo
en el muro, tumulto en la zona—,
monstruoso
celebra el carnal juntamiento.
Las
furias asombra tamaño conjuro,
que
aquél cuya panza tomaron por frente
no
puede ante el muro lograr ponteduro
con
mano que empuña pincel deficiente.
Catástrofe
horrible que nada consuela;
deplórenlo
todos por la Guada Lupe;
del
pobre Juan Diego no prende la vela
y
en seco se proyecta lo poco que escupe.
Subió
la escalera. Y opina la gente
que
nunca su genio más alto voló.
(Lo
dijo Aristótil, varón omnisciente,
ya
puede que sí, ya puede que no.)
Yo
pongo en veremos el caso dudoso,
pues
no me parece bastante probado:
¿Volar,
Aristótil? Pues ¿no hay en el coso
muchísimas
veces un toro embolado?
Portento
cornátil, la gente de Rusia
el
grave le enseña pendón colorado.
Acude
al reclamo, las patas se ensucia,
le
cortan la oreja y el rabo colgado.
La
estrella que roja sus rayos aduce,
la
estrella que manda los ricos al diablo,
al
astro leníneo, lumínico luce
allí
donde siente calores de establo.
Aprende
en la estepa las cosas que sepa:
de
quien las trabaje son tierra y mujer.
¡Que
cuanto le quepa se meta en la pepa,
pues
él no la puede por cable joder!
Complazca
en su ausencia su lóbrego abismo,
procure
su esquila constante repique:
¡Salud,
camaradas! ¡Esto es comunismo!
¡Dejádmela
buena para el bolchevique!
Un
crítico grácil, esbelto y albino,
de
lánguido talle, los ojos asoma;
el
diestro, siniestro, y el vuelo ladino
como
una paloma.
Dejemos
a Diego que Rusia registre,
dejemos
a Diego que el dedo se chupe,
vengamos
a Jorge, que lápiz en ristre,
en
tanto, ministre sus jugos a Lupe1.
Su
suerte cambiaron clarines famosos,
la
gente a su paso se pone en cuclillas,
espera
medallas, y aquellos tramposos
en
cambio le quieren poner banderillas.
No
tienen razón los que se violentan
antes
de sus estampas, y dícenle agravios;
si
cara de idiotas sus monos ostentan,
es
que le disgusta pintar monosabios.
Regresa
este genio grande entre los grandes,
tiene
conquistada su gloria mejor.
Puso
nuestra patria una pica en Flandes
—y
otra le pusieron a nuestro pintor.
Hacia
California, la Meca del cine,
sus
pasos dirige en fecha nefasta
porque
nadie piense ni nadie imagine
que
él no es el primero que como cine-asta.
Allí
los apuros para el desayuno,
que
cuando su esposa pedía hot-cakes,
él,
baja la testa, pedía el muy tuno
crujientes
y frescos platos de corn-flakes.
Volvió
—de la gloria más alta en la cima—
de
Estados Unidos a fines de abril.
Le
dieron los yanquis, la tierra y el clima
los
ímpetus nuevos de un Búfalo Vil.
La
buena costumbre se aprende en la escuela,
y
aquella porcancia nutrida de ordure,
ya
diario se baña, seguido se pela,
y
cada semana se da cornicure.
Del
año en la fértil saison esplendente
—mentido
de Europa raptor, como dice
don
Luis el de Argote—, la luna en la frente
se
afirma en los patrios terrenos que pise.
Hasta
un rascacielos enorme y derecho
lleva
sus pinceles el hijo de puta.
Nueva
York se asombra, porque se ejecuta
por
la vez primera El buey sobre el techo.
La
Plaza de Toros no es como el Estadio
y
este buey no puede dar la vuelta al ruedo.
Su
estampa disgusta, y a modo de pedo
nos
lo reentorila la Ciudad del Radio.
__________
1 La versión que recoge la Antología personal de Salvador Novo, agrega
la siguiente cuarteta. Frida supo de Diego cuando éste realizó su primer mural
en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria en 1922, y no
se reencontró con él, sino hasta 1928 —año en que se divorcia de la jalisciense
Guadalupe Marín:
Repudia a la vaca jalisca y
rabida
la deja en mano del crítico
ralo
y va y le echa un palao a una
que se Kahlo
apellida y se llama
—cojitranca Frida.
Novo le dedicó un poema a la
pintora en 1934 —publicado en 1935, según Monsiváis, quien lo califica de
“asalto vanguardista”.
2.
[Sonetos a Diego]
La
diestra mano sin querer se ha herido
el
berrendo del muro decorado,
y
por primera vez tiene vendado
lo
que antes tuvo nada más vendido.
Un
suceso espantable es lo ocurrido;
descendió
del andamio tan cansado,
que
al granero se fue, soltó un mugido
y
púsose a roncar aletargado.
Y
una mosca inexperta e inocente,
aficionada
a mierda y a pantano,
vino
a revolotear sobre su frente.
Despertó
de su sueño soberano
y
al querer aplastar —¡hado inclemente!—
se
empitonó la palma de la mano.
Cuando
no quede muro sin tu huella,
recinto
ni salón sin tu pintura,
exposición
que escape a tu censura,
libro
sin tu martillo ni tu estrella,
dejarás
las ciudades por aquella
suave,
serena, mágica dulzura,
que
el rastrojo te ofrece en su verdura
y
en sus hojas la alfalfa que descuella.
Retirarás
al campo tu cordura,
y
allí te mostrará la naturaleza
un
oficio mejor que la pintura.
Dispón
el viaje ya. La lluvia empieza.
Tórnese
tu agrarismo agricultura,
que
ya puedes arar con la cabeza.
Marchóse
a Rusia el genio pintoresco
a
sus hijas dejando —si podría
hijas
llamarse a quienes son grotesco
engendro
de hipopótamo y harpía.
Ella
necesitaba su refresco
y
para procurárselo pedía
que
le repiquetearan el gregüesco,
con
dedo, poste, plátano o bujía.
Simbólicos
tamales obsequiaba
en
la cursi semanaria fiesta,
y
en lúbricos deseos se desmayaba.
Pero
bien pronto, al comprender que esta
consolación
estéril resultaba,
le
agarró la palabra a Jorge Cuesta.
__________
Cito al escritor veracruzano,
Josué Castillo, ávido lector de la obra de Jorge Cuesta, quien en su artículo La diegada y sonetos a Diego por Salvador
Novo (Blog de la Redacción Performance,
septiembre de 2012), refiere que el químico y escritor presumía del enorme
tamaño de su miembro:
Lupe y Cuesta se habían
conocido en casa del matrimonio Rivera Marín, durante una de sus semanales
fiestas. La costumbre era que los fines de semana —si no me equivoco— se
realizaba una fiesta en la que se reunía toda la fauna intelectual de Coyoacán
e invitados. Al lugar asistían Novo, Villaurrutia, Cuesta y Dolores del Río,
entre otras glorias nacionales. Allí eran agasajados por Lupe Marín, conocida por
sus dotes gastronómicas, quien les colmaba de delicias regionales.
Cuentan quienes vivieron el
drama que fue un flechazo inminente. Había entrado Cuesta a la cocina a buscar
vaya usted a saber qué y, allí, se encontraría con Lupe. Cruzaron miradas y el
resto es historia. Muchas cosas tuvieron en común: amigos, gustos y una libido
intensa y sin control.
Pues
Tina y Cuba sirven de trinchera
para
huir de la cólera de Cuba,
Cuba
a Tina cortó la regadera
de
modo que ya no hay quién se le suba.
Se
agotaron las flechas de su aljuba,
su
vida terminó perecedera,
y
lo llora la turba arrabalera
que
comunismos pútridos incuba.
Y
Diego, el comunista distinguido,
que
maneja el pincel ultramoderno
y
que es tan buen pintor como marido,
por
el largo desfile hacia el infierno,
en
homenaje al desaparecido,
aporta
una corona en cada cuerno.
Pues
la Revolución todo lo premia
con
aproximaciones y reintegros,
y
la cena fatídica de negros
está
por terminar, y el tiempo apremia,
nombraron
Director de la Academia,
a
quien cambió una madre por dos suegros,
a
quien con sus pinceles pelinegros
la
pintura mural hizo espidemia.
Y
hallando en mal estado el edificio,
lleno
de cuarteaduras y de plastas,
púsose
a meditar, con sano juicio.
Y
le dijo al Rector: “Aquí no gastas,
que
voy a aprovecharte de mi oficio.”
Y
apuntaló los techos —con las astas.
Ya
no nos pintes más hoz y martillo
ni
mezcles agraristas con obrero;
guarde
ya tu pincel aventurero
el
depósito fiel de tu fundillo.
Ilustrador
falaz del Laborillo,
vete
por el camino verdadero,
y
acude al que te atañe lastimero
virgiliano
llamar del caramillo.
Luciente
honor del cielo, y cuando vayas
a
las exposiciones en que brillas,
paces,
muges, decoras y atalayas,
los
jurados harán, gente sencillas,
que
te impongan en vez de medallas
unas
decorativas banderillas.
El
berrendo mural, Tauro eminente,
becerro
babilonio, Apis moderno,
chivo
de la expiación, hijo del cuerno
que
las nubes abolla con la frente,
para
darse renombre entre esta gente
de
multidiversidad y desgobierno,
tiene
pincel y mugimiento alterno
de
rojo y de amarillo conveniente.
Consumado
cabrón, buey sin arado,
habla
de los burgueses, y alquilado
del
Gobierno y de gringos se amamanta.
Para
que no los llene de defectos,
le
pondrán los muchachos arquitectos
un
asta aquí —donde le crece tanta.
Cuando
anuncie el clarín la última suerte
y
enmudezca la gente suspendida,
sabrás
que la faena por lucida
tiene
forzoso término en la muerte.
Portes
Gil, Garci-Téllez o Reverte,
¿qué
te puede importar? Sirva tu vida,
mago
de la pared desmadrecida,
de
ejemplo burridiego y testuzfuerte.
No
el más allá te llene de zozobras,
¡oh,
inmortal!, ni los censos ganaderos,
puesto
que ganas más de lo que cobras.
Y
ha de quitarse el mundo los sombreros
ante
los muros en que estén tus obras
—Digo
tus astas, digo tus percheros.
Antílope,
bisonte, cornucopia
—¡qué
bonito principio de soneto!
Yo
quiero terminarlo, y te prometo
enviarte
cuando menos una copia.
Véndela
si te encuentras en la inopia.
Hallarás,
divulgándolo, el secreto
de
subsistir, ¡oh, ser siempre sujeto
por
coyunda cornélida e impropia!
Si
no eres ya valido del Gobierno
que
ello te importe un serenado cuerno,
que
eres, de todos modos, un balido.
Con
uno quedarás rinoceronte,
no
habrá quién se te enfrente ni te afronte,
y
hará temblar la tierra tu mugido.
Tanto
al pintor le llegan primitivo,
pérfidas
ondas, músicas danzantes,
como
audiciones capta interesantes
un
screengrid moderno y selectivo.
En
uno y otro muro sucesivo
lo
que vido pintó, y hoy como en antes,
múltiples
veces sirve rumiantes
frutos
de su aparato digestivo.
Fecundidad
monótona de liebre
que
admite y multiplica, a duras penas
algún
gringo hallará que lo celebre.
Decídase
por bulbos o galenas,
y
vuelto hacia el pictórico pesebre,
procure
derribarse las antenas.
Rival
feliz de Giotto y Cimabue,
las
horas de tu vida rutilante,
el
Purgatorio nárranos de Dante:
Le prime eran cornute come bue.
Disfrute
tu mujer y usufructúe,
que
al propio tiempo en alto y adelante
lleves
coyunda, riendas y pescante:
Simile mostro visto ancor non fue.
Tus
hermanos, uncidos al dorado
carro,
te abandonaron en el monte,
perdido
todos, sólo tú ganado.
Míralos
trasponer el horizonte;
quizá
traigan el paso fatigado,
Ma le quattro un sol corno avean per fronte.
Querido
Rafael, ese soneto
cuyo
motivo sobrecoge y pasma,
me
ha llenado de envidia pecho y asma,
como
dará valor al cornupeto.
Tanto
admiráis estampa en el sujeto
—sujeto,
digo bien—, que su fantasma
hace
que me levante de la casma
y
que venga a confiaros un escreto.
Téngole
envidia y miedo, y aturdido,
ni
al revés sé si escribo ni al derecho,
y
es mi mayor tortura y mi cuidido;
donde
el lápiz grabó, “pase despecho”,
que
un celoso tipógrafo entendido,
me
vaya a corregir “pases de pecho”.
Un
buey cansado, sucesor del Giotto,
enchicagó
su carne enlatecida,
en
andamios trepó, y en la Avenida
Quinta
de Nueva York hizo alboroto.
Vacío
de criadillas el escroto,
su
mierda se borró porque despida
estableril
aroma, y en su huida
se
vino a hacer revistas para Soto.
A
San Ángel volvióse con la mica
de
su pinche mujer, porque lo arrope
y
le prevenga alfalfa y bacinica.
Y
ansioso de embestir, salta al galope
y
con otros cornélidos publica
una
revista que se llama El tope.
3.
[Décimas al mismo]
Décima
que resuelve un problema doméstico
—Me
dicen que tu marido
es
gente tan distraída,
que
frecuentemente, vida,
suele
dejarte en olvido;
¿es
verdad, o me han mentido?
—Cierto,
no te han engañado,
mas
ya el remedio he encontrado.
—¿Y
cómo le hallaste, dime?
—Si
quiero que se me arrime
me
visto de colorado.
Décima
que da máximas de limpieza
El
pintor descomunal
no
se enjabona en su casa
ni
los umbrales traspasa
de
público temascal.
Para
su aseo anual
ni
a su mujer, el infame,
por
más que a su puerta llame,
quiere
abrir el fementido,
que
en la práctica ha aprendido
que
el buey suelto bien se lame.
Décima
sobre su actividad acometiva
Sale
furioso a la arena:
arte
de las multitudes.
Porque
los cuernos desnudes
se
encuentra la plaza llena.
Se
encabrita y desenfrena;
no
hay nadie que le provoque
si
no tiene buen estoque
frente
a la furia dieguina;
y
la crónica taurina
aparecerá
en El Choque.
Décima
de cómo en el estreno de Maya
pudo otra obra maestra ganar renombre,
y pública admiración
Cuando
dos genios, Ramón,
se
juntan y ayuntamientan,
muchas
cosas representan
en
una sola ocasión.
Crommelynck
y Gantillon;
y
aun oro ejemplo te entrego,
que
como asistió don Diego
desde
su barrera o valla,
verse
en una noche pudo
El Estupendo Cornudo
al
propio tiempo que Maya.
Décima
enviándole un ever-sharp
En
prueba de que te quiero
y
como prenda evidente
de
amistad, genio excelente,
yo
te ofrezco un lapicero.
Acógelo
lisonjero
y
como buena persona
con
él pinta y encrayona,
pero
antes, alma sencilla,
has
de buscar a Gaona
porque
te dé la puntilla.
Décima
que explica un suicidio
¿Por
qué tremebunda historia
cometió
negro delito
este
pintor panzoncito
en
lo mejor de su gloria?
—Pues
hijo, se suicidó
porque
ya no soportó
la
grave occipital carga,
y
a la corta o a la larga
porque
su mujer lo astió.
Décima
sobre utilizar el oficio
Agora
que he regañado
con
casi toda la gente,
el
gran pintor excelente
se
encuentra desorientado.
Un
pensamiento ha pensado
para
conseguir dinero
—en
su sentir lo primero—
y
del fruto de su oficio
va
a alquilar un edificio
y
a instalar un astillero.
Quintilla
a lo mismo
Al
ver to-da la moneda
pictórico-comunista
y
para el caso en que embista,
prudente,
toda de seda
tiene
su capita lista.
¿Qué es cornicure?
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