Breve antología de versos
satírico-burlescos populares mexicanos (Primera parte).
Para César Gonzaga.
I.
En su Lírica
hispánica de tipo popular (Universidad Nacional Autónoma de México, 1966)
de la Edad Media y Renacimiento, la investigadora Margit Frenk Alatorre recoge diversos
textos de la tradición arábigo-hispánica.
Del apartado tres correspondiente a la segunda parte del libro, Cantares humorísticos y satíricos (págs. 189-217), recojo un par —en el segundo ya se advierte el juego fonético polisémico que posteriormente será tan recurrente en la idiosincrasia iberoamericana, y concretamente en la mexicana:
(542)
A las
mozas Dios que las guarde
Y a las
viejas rabia las mate.
[Pliegos poéticos B. N. M., t. 4, p. 252]
(558)
¿Qu’habrá
sido mi marido?
¿Qu’habrá
sido?
Mi
marido fue a la atada,
Y no ha
venido:
¿Qu’habrá
sido?
[Correas,
Vocabulario, p. 98a]
Por su parte, la editorial española
Hiperión publicó en 1999 bajo el título de Sal
gorda, cantares picantes del folklore español, una deliciosa selección de
textos populares, recompilados por Manuel Urbano (1940), de la que únicamente
tomaré algunos que captaron sobremanera mi atención porque identifiqué rasgos
muy particulares respecto de la picardía de mi país:
Ayer pasé
por tu puerta,
Tu
madre me dijo feo;
Otra
vez que me lo diga
Saco la
cuca y me meo.
La fórmula “Ayer pasé por tu puerta”, como
se verá más adelante, es recurrente en los versos mexicanos: “Ayer pasé por tu
casa”, “Ayer pasé por tu ventana”...
Urbano
en Sin pelos en la lengua, a modo de introducción,
Primera guindilla (pág. 13), apunta que:
[...] de numerosos cantarcillos brota una
fuerte dosis de psicología colectiva y experiencial, la que es, frente a lo que
comúnmente se estima, reflexiva y existencial [...]
Aceptando
la invitación que hace el compilador en la página 51 de su libro, “pasemos a
descubrir los velos con los que la impudicia intelectual ha tapado otros
rituales y manifestaciones de nuestra cultura tradicional, tanto individuales
como colectivos”.
Después
de todo, autores eximios como Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Luis de
Góngora, Tomás de Iriarte... se nutrieron de la tradición popular.
Al pasar por el puente Santana
A la puta de tu hermana
El coño le vi.
Se me puso la polla más tiesa
Que la corneta
De un guardia civil.
¡Taratatííí!
A tu hermana se la metí.
Si
bien hay términos como “coño”, “polla”, “guardia civil”... que remiten inmediatamente
a España, la esencia de este cantar resulta cercana a las variadísimas formas
en que el mexicano se refiere explícitamente a las hermanas de sus
compatriotas.
México,
al igual que otros países de Latinoamérica, abrevó de la fuente del ingenio
español, aunque posteriormente estableció su distancia. Sin embargo, es interesante
identificar cómo la “similitud cultural” —en este caso, en la concepción de la
mujer y su comparación con el arácnido ponzoñoso, independientemente de la rima—,
converge en las siguientes cuartetas —la segunda pertenece a la tradición oaxaqueña
y guerrerense costeña de México:
Las mujeres son el diablo,
Parientes del alacrán;
Cuando ven al hombre pobre
Con otros hombres se van.
El amor de las mujeres
Es como el del alacrán:
Ven al hombre sin dinero
Paran la cola y se van.
Ahora
tomo un par de ejemplos, donde el equívoco se hace presente:
Una beata y un fraile
Estaban comiendo arroz;
La beata se quemaba
Y el fraile se lo sopló.
A la entrada del molino
A la molinera vi,
Tumbadita en los costales
Y el polvo le sacudí.
Antes
de abordar el tema del albur en México, y para concluir con esta sección, copio
esta cuarteta en que ya se presiente —acaso sólo por mi interpretación:
Todos los gañanes tienen
En el dedo chico un callo
Y en la punta de la polla
Azúcar, canela y clavo.
II.
México
y el albur: “les hago la introducción”...
En
la cuarta acepción de la palabra albur, el Diccionario
de la Real Academia Española dice que, tanto en México como en República
Dominicana, se trata de un “juego de palabras de doble sentido”. Y aunque tal
definición es acertada en parte, también es superficial.
Acaso
sea adecuado parafrasear al escritor peruano, José María Arguedas (1911-1969),
quien manifestaba que “tenemos una excelente lengua y, en cambio, el peor
diccionario”.
Así,
habrá que recurrir a un diccionario más local, el Diccionario breve de mexicanismos del académico Guido Gómez de
Silva, donde al “juego de palabras de doble sentido”, se agrega “calambur,
retruécano”.
Sin
embargo, tampoco comprende ni explica completamente el término.
Como en otras ocasiones, habré de recurrir a Octavio Paz y El laberinto de la soledad: “Máscaras mexicanas”, para clarificar el término:
Es significativo, por otra parte, que el
homosexualismo masculino sea considerado con cierta indulgencia, por lo que
toca al agente activo. El pasivo, al contrario, es un ser degrado y abyecto. El
juego de los “albures” —esto es, el combate verbal hecho de alusiones obscenas
y de doble sentido, que tanto se practica en la ciudad de México— transparenta
esta ambigua concepción. Cada uno de los interlocutores, a través de trampas
verbales y de ingeniosas combinaciones lingüísticas, procura anonadar a su
adversario; el vencido es el que no puede contestar, el que se traga las
palabras de su enemigo. Y esas palabras están teñidas de alusiones sexualmente
agresivas: el perdidoso (sic) es poseído, violado, por el otro. Sobre él caen
las burlas y escarnios de los espectadores. Así
pues, el homosexualismo masculino es tolerado, a condición de que se trate de
una violación del agente pasivo. Como en el caso de las relaciones
heterosexuales, lo importante es “no abrirse” y, simultáneamente,
rajar, herir al contrario.
Para
complementar lo anterior, Paz abre su texto de este modo:
Viejo o adolescente, criollo o mestizo,
general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se
encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa. Plantado en su
arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse:
el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación.
Tan celoso de su intimidad como de la ajena, ni siquiera se atreve a rozar con
los ojos al vecino: una mirada puede desencadenar la cólera de esas almas
cargadas de electricidad. Atraviesa la vida como desollado; todo puede herirle,
palabras y sospecha de palabras. Su lenguaje está lleno de reticencias, de
figuras y alusiones, de puntos suspensivos; en su silencio hay repliegues,
matices, nubarrones, arco iris súbitos, amenazas indescifrables. Aun en la
disputa prefiere la expresión velada a la injuria: “al buen entendedor pocas
palabras”. En suma, entre la realidad y su persona se establece una muralla, no
por invisible menos infranqueable, de impasibilidad y lejanía. El mexicano
siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí mismo.
El lenguaje popular refleja hasta qué punto nos defendemos del exterior: el ideal de la “hombría” consiste en no “rajarse” nunca.
El
arquitecto de profesión, Armando Jiménez (1917-2010), “El gallito inglés”, primo
hermano del compositor José Alfredo Jiménez, emprendió la enorme labor de
compilar en su libro Picardía mexicana
(1960), una investigación sobre el mexicano: chistes, términos, albures de la
cultura popular de la ciudad de México —muchos de ellos cargados de machismo, y
tomados de situaciones y lugares diversos como conversaciones, cantinas, bares,
baños públicos, placas y defensas de los vehículos...
El
propio autor señala que el propósito de su libro es “Contribuir a que quienes
propugnan la superación cultural de nuestra patria tengan un conocimiento más
amplio de México y el mexicano¹”.
En
el final del libro se ofrecen seis postemios. A decir: sociológico, filológico,
psicoanalítico, literario, antropológico y filosófico, algunos de los cuales ya
se muestran anacrónicos, pero de los cuales se pueden recoger conceptos
interesantes.
En
el primero, Francisco López Cámara escribe:
La picardía es un fenómeno social no sólo
porque es característica de las clases populares, sino también por su índole
dialéctica dentro de nuestra vida social. En este contexto, es un arma, un
instrumento de defensa o de ataque [...] en su forma más acabada, más mordaz,
la picardía refleja la burla, la crítica, la desintegración valorativa de
personas y situaciones. [...]
La picardía es, en el pueblo, una expresión de clase, un lenguaje propio,
natural, en el que se presiente una conciencia de protesta social.
Del
segundo, escrito a manera de carta por Antonio Alatorre, rescato:
Los chistes, los albures suponen igualmente
en su gran mayoría un proceso metafórico, y puesto que el estudio de las
“peladeces” mexicanas nos puede encaminar a un conocimiento profundo de cierto
rincón de la psicología de los mexicanos. [...]
El material lingüístico puede ser una clave preciosa para el conocimiento
profundo del individuo y de la sociedad.
Y
Alatorre añade sobre los albures:
Quien los dice se ofrece, de la mejor gana
del mundo, a poner cuanto esté de su parte para remachar físicamente la alleged (alegada) inferioridad sexual
del otro. Lo notable es que ese “otro” no es a menudo un adversario o un tipo
que cae mal, sino, por el contrario, un amigo. Por lo demás, el que alardea
verbalmente de sodomía activa no demuestra ser “muy macho” que digamos, lo cual
está en flagrante contradicción con uno de nuestros mitos más ilustres, el
“machismo” del mexicano. [...]
Sí: los albures pueden ser objeto de muchos comentarios jugosos: se puede
ponderar su ingenio, explicar sus metáforas, analizar sus procedimientos
lingüísticos, o tomarlos como prueba de una sonriente tolerancia social hacia
la sodomía activa. Pero, a la larga, acaban por imponerse también como síntoma
de una enfermedad, de un mal que exige remedio.
“La necesidad de poseer una masculinidad importante a través de la cual se pueda chingar sin ser chingado, invade toda la atmósfera de la picaresca, todas sus ramificaciones”, señala el psicoanalítico, redactado por el Dr. Santiago Ramírez cuando se refiere al “machismo”.
_____
¹
Posteriormente, Jiménez continuó con su investigación en otras obras como Nueva picardía mexicana (1972), Cancionero mexicano: Canciones mexicanas y
canciones que han tenido gran popularidad en México (1980), Cabarets
de antes y de ahora en la ciudad de México (1991), Sitios de rompe y rasga en la ciudad de México: Salones de baile,
cabarets, billares, teatros (1998), Lugares
de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la ciudad de México: Cantinas, pulquerías,
hoteles de rato, sitios de prostitución, cárceles (2000)...
Después
de las explicaciones de los expertos, hablaré de lo que yo entiendo por “albur”,
y mi experiencia respecto del concepto.
Se
trata de un acto —un ataque que se disfraza de juego— del cual participan
preferentemente hombres. Paradójicamente, gira en torno a la mujer y su
condición —la sexual, sobre todo—, aunque ellas rara vez se involucren
directamente. De hecho, aquellas mujeres que “alburean” se consideran poco
femeninas, “vulgares”.
En
la etapa en que los adolescentes buscan su identidad, este “ejercicio varonil”
sirve para establecerse en su medio como el “más fuerte”, aunque sea en las
palabras...
La
polisemia, el circunloquio, la confrontación, el equívoco, la metáfora...
sirven para maquillar el motivo: el coito.
Los
órganos sexuales se comparan con prácticamente todo lo que hay en el ambiente.
El pene se relaciona con cualquier figura fálica: chile, plátano, camote, martillo, chorizo, cohete, el tren que se mete dentro de un túnel, el dedo sin uña, el
señor patas de bola...
La
vagina, también tienen sus términos familiares eufemísticos como la pepa, la
pucha, el chango, la papaya, la cucaracha, el pay de pelos... ¡Y ni qué decir
del ano: el culo, el chico, la puerta trasera, el nudo de globo!...
No
pretendo explicar toda la “mitología” del albur —está más allá de mi alcance—,
sino cómo funciona, pensando sobre todo en los extranjeros que leen esta
bitácora. Para ello me valdré de algunos ejemplos.
Un
grafito en la calle manifiesta: “No me desees buenas noches, mejor dámelas”. La locución
significaría: “No me desees las buenas noches, mejor dame las buenas noches”.
Sin embargo, esto es lo que se dice en realidad: “No quiero que me des las
buenas noches, quiero que me des las nalgas”; es decir, “Quiero fornicar
contigo”.
Otro,
en forma de adivinanza:
Entra
parado
Y
sale mojado,
Oliendo
a pescado.
¿Qué
es?
La
respuesta es el buzo, el “hombre que tiene por oficio trabajar sumergido en el
agua, y respira con auxilio de aparatos adecuados manejados en la superficie”.
En
la vida cotidiana hay que tener cuidado de pronunciar palabras o propiciar
ciertas situaciones, ya que siempre hay “malpensados” que tergiversan su
sentido:
Haciendo
la fila o cola, como se le dice en México: —¿Ésta es la “cola” ? No, señorita,
es la espalda...
Cuando
una pareja tiene una cita, y ella lo telefonea al trabajo: —¿Ya te vienes? —En
un ratito más, amor...
III.
Esta recolección de textos
comenzó como una mera ocurrencia. Primero, comencé por escribir aquellos que
recordaba de mi época de estudiante. Posteriormente, apelé a mi padre, Aristóteles Navarrete Aguilar, a quien
desde que tengo uso de razón recuerdo jugando con el lenguaje. Su contribución
fue fundamental.
Asimismo, conminé a algunos
conocidos a que participaran de este “proyecto” —tengo la certeza de que si les
hubiera pedido un favor o dinero, no habrían colaborado con tanto ahínco e
interés.
La memoria también desempeñó un
papel importante, ya que en el proceso recordé algunas otras composiciones
musicales, así como autores que podrían ser útiles.
No se trata de una antología
exhaustiva, ni mucho menos. Pero sí puedo afirmar que dispuse de mis recursos
actuales hasta agotarlos.
Finalmente quiero agregar que
el lenguaje en tanto herramienta de comunicación, es una manifestación del ser
humano, y al igual que éste, un ente vivo que muta.
Las palabras no tienen
complejos como superficialmente se expresa en la actualidad. Su significado,
sentido... depende del contexto, y se encuentra íntimamente arraigado a la
“tierra”.
En este sentido, el idioma se
convierte en un lago donde cada cual puede asomarse y reflejarse, incluso si el
agua es turbia.
Recuerdo que en Cuba, una
cultura bastante próxima a la mexicana, se me explicaba que “singar” era el
vocablo equivalente del verbo “chingar”, tan utilizado en mi país. Sin
mencionar la metáfora agrónoma que veía en la yuca, el falo masculino: “Le vo’a
meter la yuca, chico.”
Últimamente he encontrado en
las “palabras malsonantes”, en las “groserías”, un sentido único, instintivo.
Éstas responden a una necesidad psicológico-social —y yo agregaría incluso que
fisiológica— que los eufemismos no satisfacen.
La “represión de la expresión”
tan acuciada por los mexicanos, se vale del equívoco, del uso del diminutivo,
del cambio de palabras..., pretendiendo atemperar y disimular lo que en
realidad somos —“nos hagamos bien pendejos”—, aun cuando por costumbre sepamos,
como en el caso de los versos, que “disimulo” rimará con “culo”, “disputa” con
“puta”, “banqueta” con “chaqueta”...
Y sin embargo, hay voces que
poseen cargas culturales muy fuertes. Por ejemplo, cuando un español pronuncia
el verbo coger —por tomar, como diríamos aquí—, no podemos sino reaccionar
automáticamente, y “pensar en fornicar”. Así, el lenguaje y sus imágenes se
subliman en la imaginación: “Quiero coger un vehículo.”
Algo semejante sucedería si un
mexicano fuera a España, y expresara: “Bueno, ya me voy a correr un rato”,
antes de salir a trotar, mientras sus anfitriones se devanan los sesos analizando
sus palabras...
Selección.
“Juegos de adolescencia”:
I.
—En albures me la ganas,
Pero al burro se la mamas.
—Ese burro ya no existe
Porque tú se la mordiste.
—Me chingaste gacho...
Pero a tu madre
Se la chingó un borracho.
II.
—¡Güevos¹! —¡Chupas!
No son sopes
Ni son chalupas
Ni son chalupas
Son los güevos
Que me chupas.
Que me chupas.
_____
¹ Otra variante:
—¡Güevos!
—Me los chupas
Y dejas como nuevos.
III.
“(Badabadum)
badum, badum badum badero”...
Las muchachas de mi pueblo
No se meten en la tina,
Porque saben en el fondo
Hay una verga submarina.
Badabadum
badum,
badum
badum badero.
Las muchachas de mi pueblo
No se meten a la cama,
Porque saben que debajo
Hay una verga sin pijama.
Badabadum
badum,
badum
badum badero.
IV.
No soy López,
Soy Pérez,
Y si te lo meto
Te mueres.
V.
Si me soplas la corneta
Yo te chiflo la tonada,
Si me bajas la bragueta
De una vez, una mamada.
VI.
Mi vecina, la más buena,
Se cayó del quinto piso,
El portero nada tonto
La cachó con el chorizo.
VII.
Mis güevos son tus ojos,
Mis pelos tus pestañas
Y mis mocos tus lagañas.
Algunos
sobre animales:
VIII.
El toro a la vaca
Se lo mete y se lo saca,
Y la vaca agradecida,
Se lo mama y se lo estira.
IX.
Yo soy tu reina,
Tú eres mi rey.
Yo soy tu vaca,
Tú eres mi buey.
X.
Estaba nadando un pato
En una bandeja de oro
Sacó la cabeza y dijo:
Si no me la mamas, lloro.
Algunos
de carácter empírico y sapiencial:
XI.
No hay palo más rico y sano
Que el que se hace
Con la palma de la mano.
_____
¹ Palo: coito.
XII.
No importa si tiene chicos los
senos,
Mientras tenga buenas las
nalgas,
Lo demás es lo de menos.
XIII.
Si para tragar
Hay que sobarse el lomo,
Hay que sobarse el lomo,
¡Chingue su madre el trabajo!:
Mejor no como.
Otros
de cortejo con cierto “tono poético” (!):
XIV.
Si tú y yo nos amamos,
¿Por qué no nos damos
Por donde meamos?
XV.
Si se juntaron
Los mares con los ríos,
¿Por qué no juntar
Tus pelos con los míos?
XVI.
Bellas son ellas entre las
bellas,
Pero más bellos son ellos
Entre los vellos de ellas.
XVII.
—Tú que eres poeta¹,
Y en el aire las compones,
Hazme una chaqueta²,
Sin quitarme los calzones.
—Yo no
soy poeta,
Ni el aire las compongo,
Pero échame a tu hermana
Y verás cómo la pongo.
_____
¹ Otra variante:
Si te sientes tan poeta,
Que en el aire las compones,
Ven y hazme una chaqueta,
Y lo que salga, te lo comes.
² Chaqueta: masturbación.
Y
en el mismo tono, “Don Juan Chilorio” parodia del drama religioso-fantástico de
Don Juan Tenorio, escrito por el
español José Zorilla (1817-1893):
XVIII.
—¿No es verdad, ángel de amor,
Que en esta apartada orilla,
Mi chile con mantequilla
Resbala mejor?
—¡Por Dios, Don Juan!
¡Que soy doncella!
¡Solamente la puntilla!
—¡Nada de eso
Que para eso pago un peso!
—¡Pero es que sus pelos
Ya me pican!
—¡Calla puta, que ayer me
rasuré,
Y hasta un güevo me llevé!
En
el municipio de Tepoztlán, Morelos, se encuentra el Ex-convento de la
Natividad, que fue construido por los indígenas tepoztecos bajo los frailes
dominicos, y que hoy funge como museo.
En
la zona de los “Antiguos baños” se lee la siguiente advertencia:
Esté salón y el siguiente fueron los baños
de los frailes; por eso, si observas con cuidado, verás en el muro de la
ventana un lavabo de piedra.
En el siguiente salón están las letrinas (no existían los wc modernos). En el siglo XIX (hace 150 años) el convento fue abandonado, entonces alguien escribió versos cómicos en las paredes.
Ahora cuidamos mucho el convento, ojalá nadie vuelva a escribir en sus muros.
La
composición a que se alude fue transcrita en seis letreros:
XIX.
No hay que cansarse mortales:
en obrar, no hay excepciones,
porque en todas las naciones
en esto son muy iguales.
De las materiales fecales
todos hacemos morcilla,
y cuando la gana pilla
dando al intestino tono,
el Rey baja de su trono
y el Papa, deja su silla.
Si en comer eres decente,
en vestir y en hablar,
en el modo de evacuar
no te muestres indecente.
Manéjate muy prudente:
en el hueco o agujero
acomoda tu trasero,
todo en él, sin ensuciar
las tablas, que es regular
se porte así un caballero.
Soy infeliz inocente,
aunque a mí me abren los ojos.
Yo recojo los despojos
del juicioso y del demente.
Sirvo al hombre muy prudente
en la mejor ocasión,
soy de su conservación
instrumento apetecido:
mas después de haber servido
quedo de peor condición.
Nadie me podrá negar
que en el mundo no hay placer
más grande que el comer,
y después el de evacuar;
qué placer tan singular
que en él consiste la vida,
sin esto queda destruida
nuestra salud y existencia.
Este lugar con prudencia
a todo sexo convida.
Vázquez, Meléndez y Ángulo
todos los tres a nivel,
aseguran que el papel
es famoso para el culo.
Entra aquí con disimulo,
toma el papel con esmero,
si eres fino y caballero
y decente en el obrar,
lo deberás de llevar
para limpiarte el trasero.
Si por un raro accidente
te ensucias por presuroso,
o si fueras asqueroso,
aquí hay agua suficiente
y un excelente jabón;
en fin, tienes proporción
de salir limpio y aseado;
hazlo con mucho cuidado
si tienes educación.
Para
concluir con esta primera entrega —en la segunda abordaré los versos costeños
de los estados de Oaxaca y Guerrero, así como los de Michoacán, Veracruz y
Yucatán; en tanto en la tercera ofrece algunas composiciones musicales—,
algunos otros versos de carácter bíblico y político:
XX.
El
diablo al arcángel Gabriel:
Venciste, Gabriel, venciste,
¡Guarda ya tu larga espada!,
Ya me metiste la verga:
¡Vete mucho a la chingada!
XXI.
Salomón como era sabio
Le preguntó a su mujer:
¿A dónde quedan los güevos
Cuando vamos a coger?
Su mujer le contestó
Con bastante disimulo:
Los güevos quedan atrás
Echándole golpe al culo.
XXII.
¡Ápa!, dijo la Malinche¹
Cuando la rompió Cortés.
Deja que se me deshinche
Para dártelo otra vez.
_____
¹ La Malinche es uno de los
personajes más complejos de la Historia de México. Malinalli, Malintzin o Doña
Marina es simultáneamente la madre y la puta de los mexicanos: la “chingada”
por el español, encarnado en Hernán Cortés. Aquella que “facilitó” la
Conquista. Incluso en la actualidad, su figura provoca acaloradas
controversias. Para quien esté interesado en ahondar, le recomiendo ampliamente
el ensayo “Los hijos de la Malinche” de Octavio Paz.
XXIII.
Estaba Maximiliano¹
Sentado en una banqueta
Escupiéndose en la mano
Para hacerse una chaqueta
En eso llegó Carlota
Mirando con disimulo:
¡No los tires en el suelo...
Échamelos en el culo!
_____
¹ Maximiliano de Habsburgo (1832-1867),
y su esposa, Carlota de Bélgica (1840-1927), son otros dos de los personajes
más zaheridos en la Historia de México. Numerosos escritores como Vicente Riva
Palacio y Guillermo Prieto les remitieron textos satíricos —sin considerar los
de inspiración popular. Para una mayor comprensión de este período es muy
recomendable la novela Noticias del
Imperio de Fernando del Paso.
XXIV.
Ho Ho Ho Chi Minh,
Diaz Ordaz,
Chin chin chin¹.
_____
¹ Este breve texto data de
1968, año en que los estudiantes mexicanos se manifestaron en contra del
gobierno. El movimiento estudiantil fue sofocado con la Masacre de Tlatelolco,
ocurrida algunos días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de
México’68. Se alude a Ho Chi Minh (1890-1969), líder vietnamita, y a Gustavo
Díaz Ordaz (1911-1979), presidente de México en aquella convulsa etapa de la
Historia mexicana contemporánea. El estribillo final es una abreviatura
eufemística de la frase ofensiva favorita de mi pueblo: “¡Chinga tu madre!”
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